Cómo abordar el aumento del riesgo de inflación

En la actualidad, la expectativa de inflación implícita por el mercado para los próximos 10 años para EE. UU. y la mayoría de otros países desarrollados sigue siendo relativamente baja, lo que refleja la creencia generalizada de que la subida de la inflación actual podría ser pasajera. Aunque la inflación ha subido últimamente en todo EE.UU., la zona euro y el Reino Unido, la inflación esperada se mantiene relativamente fija y, en efecto, más estable que la inflación mensual materializada para un periodo prolongado. En Japón, la inflación sigue en territorio negativo.

Si la inflación se mantuviese alta durante mucho tiempo, sería un obstáculo para los mercados financieros. El aumento de la inflación normalmente trae consigo una subida de los tipos de interés, lo que provoca ventas masivas de bonos. Una inflación mucho más alta también ha hundido las valoraciones de la renta variable en el pasado, un posible obstáculo para las acciones. En un entorno de inflación persistentemente elevada, las correlaciones más positivas entre las acciones y los bonos pueden reducir las ventajas de diversificación de una cartera multiactivos.

Creemos que, a corto plazo,

la inflación de EE. UU. probablemente será más alta que en la última década

, pero no lo suficiente como para que sea preocupante. Los recientes datos de la inflación se han visto muy afectados por fuertes subidas de precios en categorías que se interrumpieron repentinamente y luego se reanudaron durante la pandemia, como coches de segunda mano y viajes. Cuando analizamos más detenidamente algunos de los factores que explican el repunte de la inflación, creemos que es probable que se moderen a corto plazo.

Por ejemplo, un factor inflacionista clave para la demanda ha sido la reapertura de las principales economías tras las restricciones de la pandemia. Esto, unido al aumento del ahorro de los hogares, gracias a las ayudas públicas de los planes de sustitución de empleo y de permisos (y a las pocas oportunidades de gasto), ha provocado una ola de demanda contenida. Sin embargo, es probable que la reapertura solamente ocurra una vez. No esperamos que las economías cierren y se reabran otra vez, por lo que creemos que la actual ola de gastos decaerá con el tiempo.

Los problemas de la cadena de suministro debido a la covid-19 también han impulsado al alza la inflación. Esto incluye las fábricas que aún no están produciendo a su capacidad, la escasez de chips de semiconductores y los crecientes costes de envío y transporte. Creemos que estos efectos también podrían ser pasajeros. A medida que la vida va volviendo a la normalidad —o, al menos, a una versión de la normalidad—, la oferta y la producción deberían volver prácticamente a los niveles de antes de la pandemia.

Un tercer factor del aumento de la inflación ha sido el efecto de base. La inflación suele medirse con carácter interanual; dicho de otro modo, los precios de hoy comparados con los de hace un año. El año pasado, el mundo sufría los peores momentos de la pandemia. La demanda y los precios se hundieron. Por tanto, no es de extrañar que la variación interanual del IPC sea tan alta al comparase con una base tan baja. Conforme pase el tiempo, la inflación debería compararse con los mayores precios observados durante el periodo de recuperación. Por naturaleza, los efectos de base son pasajeros.

Prudencia

Sin embargo, aunque la evidencia sugiere que el aumento de la inflación es temporal, es imposible saberlo con seguridad. No cabe descartar un periodo más prolongado de aceleración de los precios. Por tanto, estamos muy pendientes de los costes de la vivienda —un elemento importante de los precios al consumo— y la inflación salarial. Los costes de la vivienda no han dejado de subir en la última década, una tendencia que se ha visto acentuada por el aumento del teletrabajo.

Por su parte, históricamente los mayores salarios han traído consigo subidas de precios, ya que los empleadores tratan de compensar los crecientes costes laborales. En nuestra opinión, las persistentes subidas de estos dos elementos podrían generar una inflación más sostenida. Además, los retrasos logísticos y de la cadena de suministro podrían perdurar, ya que la administración de las vacunas varía entre los países vinculados al comercio global, por ejemplo, y algunos sectores podrían tardar más que otros en volver a plena capacidad.

Como dice el dicho, los inversores deberían esperar lo mejor y prepararse para lo peor. Incluso si esperamos unos niveles razonables de inflación —ni demasiado bajos hasta el punto de ser deflacionistas, ni demasiado altos como para frenar las inversiones—, las carteras deberían incluir cierta protección frente a la inflación. La clave es lograr el equilibrio adecuado entre la protección frente a la inflación y el coste o el coste de oportunidad de dicha protección.

Proteger las carteras frente a la inflación

Los inversores deberían plantearse formas de posicionar sus carteras de cara a una inflación persistente. Estas pueden ser, entre otras:

1.Comprar deuda pública ligada a la inflación. Pensada para ayudar a los inversores a proteger las carteras frente a la inflación, este tipo de deuda se indexa al nivel de los precios, por lo que el capital y los pagos de intereses aumentan y disminuyen en sintonía con la tasa de inflación. Un problema de estos bonos es su precio, que en muchos mercados es elevado. Esto implica que el rendimiento después de la inflación que ofrecen es bajo o negativo, lo que podría traducirse en rentabilidades totales materializadas negativas en términos reales.

2.Invertir en acciones cíclicas que probablemente se comportarán bien en un entorno de subida de precios. La inflación sube normalmente durante periodos de expansión económica, cuando los activos cíclicos tienden a comportarse bien. Son ejemplos de valores cíclicos las acciones value (debido en parte a los grandes sectores financieros, que deberían beneficiarse de las subidas de tipos), las acciones de pequeña capitalización (por la expansión económica) y las acciones japonesas, europeas y de los mercados emergentes (debido a sus economías más orientadas a la exportación, que deberían beneficiarse de un repunte del comercio mundial).

3.Comprar activos de alto rendimiento con una duración relativamente baja, como bonos high yield globales y deuda de mercados emergentes. El mayor rendimiento supone un mayor colchón por el cobro de cupones, que se añade a las rentabilidades totales. Las dos salvedades principales con respecto a esos activos son que están correlacionados con los mercados de renta variable, por lo que no diversifican el riesgo de renta variable; y que frenan el riesgo de crédito, por lo que se requiere un análisis de crédito para reducir las pérdidas.

La ventaja de la segunda y tercera ideas comentadas arriba es que probablemente se comportarán bien durante periodos de mayor y menor inflación, no necesariamente en fases de elevada inflación. Dicho otro modo, podrían ofrecer cierta protección frente a la inflación sin un coste explícito en cuanto a pérdida de beneficios esperados. Dado que es imposible saber con seguridad el nivel de inflación en los próximos años, este tipo de estrategias de inversión pueden resultar especialmente útiles.

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Source: ABC

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