Orientación: la guía para afrontar la toma de decisiones sin la mochila cargada de dudas

Apenas cuatro de cada seis alumnos de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional tienen claro lo que quieren estudiar y mantienen el itinerario elegido. Un 38% elige otro por cambio de vocación y un 24% asegura que lo hace por presión o influencia familiar, por falta de información de los centros, porque hay que elegir pronto y no decide con madurez o porque la orientación académico-profesional es escasa. Unos datos que arroja el informe «El desafío de las carreras STEM», elaborado por DigitalES y en donde se refleja una abrumadora realidad: el 59% de los directores de colegio considera que los profesores de sus centros no reciben formación para ser capaces de orientar a los alumnos a la hora de escoger itinerario.

«La OCDE establece que debe haber un orientador por cada 250 alumnos. En España estamos en uno por cada 750. Si tenemos la tercera parte de lo que se recomienda ya empezamos mal», señala Juan José Juárez, responsable del Proyecto de Orientación en la Fundación Bertelsmann, quien además puntualiza que los departamentos de orientación «centran más la atención en los alumnos con necesidades y suelen estar formados por psicólogos o psicopedagogos que tienen que hacer frente a muchos de los problemas que se producen hoy día, que son serios, como el bullying, y no hay tiempo para la orientación académica y menos aún para la profesional».

Este experto precisa que a estas dos circunstancias se suma el hecho de que la orientación académica que hay en los centros se produce en los años de transición, en 4º de la ESO y en 2º de Bachillerato, «justo antes del precipicio», y aboga por una orientación continuada y más temprana. «Hace diez años, con el número de itinerarios que había podía ser suficiente con cuatro consejos y una feria en el colegio sobre opciones de futuro. El alumno elegía qué estudiar con poner una cruz a la derecha o a la izquierda. Hoy existen 2.600 grados universitarios en España

y casi 180 títulos de Formación Profesional». En definitiva: «Llegamos al partido con poco personal, con una formación sesgada hacia lo psicológico y psicopedagógico y desconectada del mundo laboral», sentencia Juárez.

«La OCDE establece que debe haber un orientador por cada 250 alumnos. En España estamos en uno por cada 750»

Cuestiones en las que coincide Santiago García, secretario general de la Confederación Española de Centros de Enseñanza, que aboga por una orientación integral en la que «centros, alumnos, profesores, familias y empresas sean actores activos. Una orientación que permita tomar decisiones correctas informadas y en la que se tenga en cuenta las capacidades del alumno, sus preferencias, los diferentes itinerarios y qué supone cada uno de ellos sin perder de vista sus oportunidades de empleo. En definitiva, que puedan tomar decisiones con todas las piezas del puzle, e insiste en que «no nos podemos permitir el lujo de que, por falta de orientación se produzca el fracaso escolar que, además, es mucho mayor en la esfera universitaria. Si un alumno cambia de carrera porque no ha respondido a sus expectativas, o bien estas no eran reales o no se lo han contado de manera correcta».

La realidad no deja lugar a dudas: uno de cada tres alumnos en España no finaliza la carrera universitaria que inició, un 33%. De ellos el 21% abandona y un 12% se cambia a otro grado. Unos datos que evidencian el estudio «U-Ranking19», elaborado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), que cifra en 974 millones lo que cuesta a los bolsillos de los españoles. Un fracaso que, al margen de lo económico, resulta principalmente social. No obstante, García precisa que también es importante transmitir que «una mala elección no tiene por qué ser un drama que destroce la vida» y señala que lo ideal es que el sistema permita «itinerarios permeables, por los que el alumno pueda transitar de manera flexible y pasarelas de unos a otros, para que si cambian por capacidades o por intereses tengan siempre abierta otra opción».

Orientador profesional
Como parte de la solución, tanto Juárez como García coinciden en la necesidad de crear una nueva figura: el orientador profesional, con conocimiento del mercado laboral, de lo que este demanda en cada momento, para poder informar de cómo emparejar de la mejor manera las preferencias, capacidades del alumno, estudios y salidas profesionales. Asimismo, reclaman que los centros presenten al alumno todas las posibilidades, tanto universitarias como de FP.

Juan José Juárez insiste en la idea de que «la orientación no puede verse como responsabilidad de un solo departamento, sino como un compromiso estratégico de todo el centro educativo. Las familias y las empresas no solo deben exigir una buena orientación, sino involucrarse activamente en ella». En este sentido, los expertos abogan por la visita de profesionales a los centros educativos para que trasladen su experiencia a los alumnos. Además, señala que en este proceso es necesaria una orientación vocacional basada en el autoconocimiento del propio alumno capaz de identificar sus intereses, valores y capacidades; una orientación académica centrada en conocer la amplitud y variedad de itinerarios formativos; y una orientación profesional que tenga en cuenta las tendencias del mercado laboral.

«Las familias y las empresas no solo deben exigir una buena orientación, sino involucrarse activamente en ella»

Algunas iniciativas ya contribuyen a fortalecer estos sistemas de orientación. La Fundación Bertelsmann, por ejemplo, ha adaptado el modelo «Good Career Guidance», implantado en el Reino Unido, y han desarrollado la versión española, a la que denominan «Xcelence». Define diez claves que los centros educativos deberían cumplir para asegurar una orientación académico-profesional integral de sus alumnos. El modelo –ahora en fase piloto en cien centros de Madrid y Barcelona– incluye una herramienta de autoevaluación, así como recomendaciones y recursos con los que los centros pueden establecer un proceso de mejora continuada. En su web los padres pueden acceder a una guía de orientación, y los jóvenes a una interesante herramienta digital, «MyWayPass», que ofrece viajes por distintos «planetas» en los que los alumnos se enfrentan a misiones que les ayudarán a reflexionar y planificar su futuro.

Inteligencia artificial
Más allá de los clásicos test de orientación que se realizan en los centros escolares surgen otras propuestas, que facilitan al alumno conocer sus habilidades y destrezas, y que muchos centros comienzan a incorporar, con un coste extra. Un ejemplo es Singularity Experts, una plataforma que ofrece la posibilidad de que el estudiante, por iniciativa propia y de los colegios, realice un test con el fin de llegar a conocer cuál sería su posible futuro laboral.

«Para desarrollar con éxito un trabajo se necesitan tres cosas: poder hacerlo, saber hacerlo y querer hacerlo. Analizamos de una manera seria, rigurosa y extensa para conocer lo que la persona puede, sabe y quiere hacer», señala Elena Ibáñez, fundadora de Singularity Experts. Para ello, a través de una batería de test que duran entre tres o cuatro horas, analiza las capacidades intelectuales, el pensamiento computacional, las competencias, los intereses profesionales, la personalidad, la inteligencia emocional, los valores…. Tras ello, el estudiante recibe un informe con la recomendación de los diez empleos de futuro que mejor se adaptan a su perfil, el itinerario académico para cada uno de estos empleos, las «soft kills» que debe desarrollar y una evaluación de sus inteligencias, su pensamiento computacional, la inteligencia emocional, su personalidad, competencias e intereses. Distintas propuestas para un objetivo común, que nadie llegue a la encrucijada de la toma de decisiones sin tener toda la información disponible.
Source: ABC

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