2020, el riesgo político no ayuda a los negocios

La política será más un obstáculo para los negocios durante este año 2020 que un marco estable y neutro para un comercio global dinámico y un aumento de la inversión empresarial. Entre el paso de un año a otro no existe una frontera visible, pero sí la convicción psicológica, cierto mito, de que las cosas van a cambiar con la llegada del nuevo año y se borrará el legado del 2019, cuando la economía global cerró el tercer trimestre con la tasa de crecimiento más baja desde 2009, un 2,9%, y se produjo una caída en la confianza empresarial.

En España, los hogares aumentaron su tasa de ahorro del 5 al 7%, una subida que refleja precaución en un entorno poco seguro así como un genuino rebote después de registrar tasas muy bajas durante la recuperación económica. El mercado de trabajo ha perdido brillo, aunque se espera que la tasa de desempleo se sitúe por debajo del 13% en 2021. Para 2020 el crecimiento estimado del PIB es del 1,4% y del 1,5%en 2021, por debajo del 1,9% del 2019.

Sin embargo, el estancamiento político y la debilidad institucional en España son un problema. Un gobierno entre desconocidos, un Parlamento muy fragmentado, con escasa capacidad para gestionar las crecientes tensiones secesionistas y en un contexto de desaceleración económica, ayuda poco a proteger al país de los choques adversos que se van a producir. El primero de ellos, la escalada de las tensiones en el comercio mundial. China y Estados Unidos se han amenazado con aranceles más altos si no se alcanza un acuerdo en la «fase uno». Si así fuese, la confianza de los exportadores se resentiría, también la inversión, y Alemania entraría en territorio de recesión que presionaría a toda la eurozona.

La economía global cerró el tercer trimestre con la tasa de crecimiento más baja desde 2009, un 2,9%, y se produjo una caída en la confianza empresarial

Sigue en el aire, asimismo, la decisión del presidente de los Estados Unidos de subir un 25% los aranceles a los automóviles europeos. Esto supondría un impacto negativo del 0,15% en el PIB alemán, así como una reducción de su I+D en ese sector, al que Alemania dedica el 0,8% de su PIB. Una segunda ronda de efectos de esa decisión sería la reducción en la confianza empresarial, con un impacto en el PIB de entre un 0,1 o un 0,3%, según de quien se tomen las previsiones.

Otro factor distorsionador es la posibilidad de un Brexit sin acuerdo a finales de este año. Según los resultados obtenidos por Johnson, las probabilidades son ahora cero, pero esto puede cambiar si el partido conservador obtiene una mayoría de escaños.

El segundo de los riesgos en el horizonte es un aterrizaje brusco de la economía China. El paso de una economía manufacturera y de «sobreinversión» hacia el consumo no suele ser suave. El sector empresarial acumula una alta deuda y las autoridades chinas estimulan el crédito. Hemos visto que esto no suele terminar bien, a menudo acaba en una crisis financiera o en años de crecimiento muy débil.

El tercer asunto es la amenaza de recesión suave en Estados Unidos. Crecerá un 2,3% en 2019, un 1,1% en 2020 y un 0,9% en 2021, según las previsiones más pesimistas. El aumento del PIB allí está anclado en el consumo. En los dos últimos trimestres las tensiones comerciales llevaron a las principales firmas a cancelar las decisiones de inversión y el sector más orientado a la exportación de las manufacturas sigue en negativo desde octubre. En definitiva, Estados Unidos vuela con un solo motor, y la experiencia dice que el consumo y los servicios, por un lado, y la inversión, las exportaciones y las manufacturas, por otro, no pueden convivir en desequilibrio por mucho tiempo.

Estados Unidos creció en 2018 y 2019 gracias a los estímulos fiscales y The Hutchins Center estima que ese impacto será inapreciable a principios de 2020 y negativo en el tercer trimestre de 2021. En estas circunstancias, entidades como Unicredit aseguran que los tipos de interés bajarán 25 puntos básicos cada trimestre durante 2020, lo que significa que el precio del dinero en Estados Unidos estará en un rango entre el 0,5 y el 0,75% a finales de 2020.

Sin embargo, todo cambiaría si Estados Unidos evita esa probable recesión y crece en línea con su potencial, al 1,8% en 2020, entonces impulsaría al PIB europeo al 0,7% anual.

Por último, la política monetaria se ha agotado y no cabe esperar mucha ayuda de la política fiscal. Un Congreso dividido en Estados Unidos, pendiente de una elección presidencial en 2020, es poco probable que se anime a estimular la economía, mientras en la Eurozona, la elevada deuda pública de la mayor parte de los Estados frena la política fiscal.

Y en este contexto, se ha producido todo un descubrimiento, el BCE asegura que, con tasas de depósito del 1% negativo, el doble del actual 0,5%, la capacidad de conceder crédito por parte de los bancos permanece en su mayoría imperturbable, lejos del «reversal rate» (se pondrá de moda el término) o punto de no retorno. Es decir, el BCE puede bajar más los tipos de interés para combatir una recesión porque, asegura, el crédito no se paraliza. Ahora bien, la rentabilidad sobre activos de los bancos caería entre cinco y diez puntos básicos, desde niveles del 0,4% en el caso de las entidades españolas y del 0,2% en el de las alemanas, algo que al BCE no le importa, según ha dicho, pero a los inversores mucho.

El estudio el BCE es muy interesante para el laboratorio, pero si se aplica a la vida real, no queda más remedio que contener la respiración antes de bajar por la montaña rusa. El crédito va unido al riesgo y a la expectativa de beneficios de una empresa. ¿Puede estar tranquilo un fabricante de componentes de automóvil cuando Trump, con un tuit, le puede reducir un 25% de su beneficio subiendo aranceles? El futuro de la empresa pasa por el beneficio y si no es previsible, el crédito barato no lo reemplaza. La inestabilidad política es ahora un riesgo descontrolado que amenaza los beneficios empresariales.

Carlos Balado es periodista y director general de Eurocofin
Source: ABC

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