La última ingenua

En Buenos Aires, cuando se menciona a Christine Lagarde, los argentinos esbozan una media sonrisa. «La última ingenua», me dijo un porteño antes de relatarme cómo la ex directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) concedió un crédito de 57.000 millones de dólares a un país que llevaba al margen de los mercados financieros desde el ‘corralito’ de 2001. En Argentina hay una ‘brecha’ económica muy clara: el peronismo defiende la autarquía financiera, a la que llama soberanía, que aplasta el desarrollo de su economía pero le libera del concepto de ‘deuda externa’, muy enclavado en la memoria colectiva, y de la disciplina del mercado, mientras la derecha defiende la apertura y la aceptación de capitales externos de los que el país carece. Atrapados en medio, los proyectos de vida de millones de personas. Noticia Relacionada estandar No El Foro de Davos reúne a la élite global para cooperar en un mundo fragmentado Carlos Manso Chicote La cita anual en la estación de esquí suiza se celebra desde este lunes hasta el viernes 20 de enero Pero esa es harina de otro costal. Lo interesante es la pobre impresión que la guardiana del euro dejó en este país donde todos sabían que la iban a engañar, que iban a coger la ‘guita’ y a otra cosa. La única vez que ha hablado en público de esta experiencia –en una entrevista con Bloomberg– Lagarde defendió su decisión (que costó un dineral a los contribuyentes), dijo que el país estaba en una situación muy difícil (lo que es cierto), que el FMI es el chivo expiatorio cuando las cosas van mal y que fue la política argentina la culpable del fracaso. «Tratamos de anticiparnos a los efectos negativos todo lo que pudimos, desafortunadamente los hechos recientes que fueron provocados por cuestiones políticas, resultaron ser muy difíciles para la población». Los hechos recientes eran, en 2019, la derrota de Mauricio Macri a manos del dúo Alberto y Cristina Fernández, impulsados por un aumento aparente de la pobreza y una inflación incontenible durante el último año de gobierno de una derecha que profesaba el «gradualismo». Lo insólito de aquella operación es que el FMI no previera el principal riesgo argentino que es el populismo. Se entregó una fortuna que, con toda seguridad, se iba a dilapidar. El peronismo es una manera de cocinar a fuego lento al país en la mediocridad y la alternativa de derecha le copió la receta, pero la gente en las urnas prefirió el original a la copia. El cálculo de riesgo político no es el fuerte de Lagarde. Es cierto que, después de sus errores en Grecia, el FMI tenía incentivos para tratar de quedar bien ante la opinión pública global y Argentina, donde ya había quedado mal en los 90, ofrecía una ocasión pintiparada. Pero era una imprudencia. Hoy en Europa también hay riesgo político. Y Lagarde y Von der Leyen pueden estar extendiendo cheques en blanco a quienes los va a dilapidar o a quien los va a utilizar para torcer el camino a la prosperidad. Y para los que no puedan salir del bucle electoral no sólo estoy pensando en España, sino en actores que pueden ser menos evidentes, pero pueden adquirir la fuerza suficiente para hacer imposible que la UE restablezca unas reglas razonables de responsabilidad fiscal. jmuller@abc.es
Source: abc economia

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