Stuart Kirk y el fin del pensamiento original

En mayo pasado, Stuart Kirk , jefe global de inversión responsable de HSBC, dictó una conferencia titulada ‘¿Por qué los inversores no necesitan preocuparse por el riesgo climático?’ en un panel organizado por el ‘Financial Times’. Aunque su presentación de una decena de láminas había sido aprobada por sus superiores, Kirk fue suspendido de empleo y sueldo tras pronunciarla. Y es que, con ese título, el argumento central de Kirk causó indignación entre los partidarios de la corrección climática. Según Christiana Figueres , exdirectora climática de la ONU, la de Kirk fue «una de las declaraciones públicas más irresponsables que hemos escuchado en años». Los partidarios de la emergencia climática dijeron que eran moralmente repugnantes. Sus propios jefes en HSBC tomaron distancia y dijeron que el banco está alineado con los modernos criterios ambientales, sostenibles y de gobernanza empresarial (ESG, por sus siglas en inglés). La presentación de Kirk dura quince minutos, se puede ver en Youtube, y es exactamente lo que uno esperaría de un analista que observa la realidad y piensa ‘fuera de la caja’ (‘out of the box’), como dicen los anglosajones. La única persona que podría quejarse es Sharon Thorne , presidente de la junta directiva de Deloitte Global, que habló antes que Kirk y a cuya presentación éste se refiere críticamente, de una manera que podría considerarse burlona. Claro que Thorne había hecho un discurso apocalíptico, donde dijo que no hay empleos «en un planeta muerto» y es a ese tipo de lenguaje hiperbólico del radicalismo climático al que Kirk acusó de frenar la búsqueda de soluciones racionales. El escenario del «planeta muerto» no existe en ningún informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), es una licencia de la presidenta de Deloitte y es un recurso tramposo en un entorno como el de la gestión de activos donde la competencia por captar recursos (capital) es intensa. Kirk también cometió alguna imprecisión en su exposición al acusar a los bancos centrales de diseñar test de estrés climáticos para producir resultados alarmantes. El propio FT publicó un artículo donde el creador de esos test para el Banco de Inglaterra dijo que Kirk había tergiversado los resultados o los había interpretado mal. Pero el punto más interesante es que en el tema central de su intervención, Kirk tenía razón, sobre todo después de advertir de que estaba hablando principalmente en términos financieros. ¿Tiene sentido preocuparse por un cambio que se produce en tiempos geológicos cuando los horizontes de inversión son diez años? «Ninguna compañía, incluidas las tecnológicas, tienen en cuenta lo que va a pasar dentro de 20 años», dijo el analista. La vida media de los créditos del HSBC, según contó, es de seis años. El séptimo año es irrelevante en el libro de créditos del banco. Una de las cosas que más parecía molestar a Kirk era el peso de la regulación. Tener que invertir mucho personal y tiempo en resolver cuestiones burocráticas que tienen que ver con eventos que pueden ocurrir dentro de dos décadas. «Trabajo en un banco que lidia con activos que caen un 25% en un día… se hunden las criptomonedas, China (se atasca), el mercado inmobiliario, la inflación, las tasas de interés al alza, ¿y tengo que estar pensando en algo que va a ocurrir en 20 ó 25 años más?», se preguntó. El analista insistió en que el daño económico que predice el IPCC, que es que un aumento de la temperatura global de 3,6 grados en 2100 significará un 2,6% menos de PIB, «será irrelevante en 2100». También subrayó la paradoja de que mientras más se dice que se va a acabar el mundo, más apetito por el riesgo muestran los mercados y lo respaldó con un gráfico que superpone el índice MSCI Mundial con el número de noticias mencionando el término ‘catástrofe climática’. Ofreció tres posibles respuestas a esta paradoja: o el riesgo climático es despreciable, o ya está incluido en el precio de los activos o todos los inversores están equivocados. Según Kirk, adaptarse al cambio climático es barato y eficaz: los costos y la mortalidad relacionados con fenómenos climáticos están cayendo. ¿Los incendios son más devastadores en California? Cierto, pero ese estado sólo destina un 1% de su presupuesto a prevenirlos y combatirlos, lo que equivale al 0,1% del PIB del estado. Ese es, según Kirk, el valor que los californianos asignan al problema. Fue en ese momento donde hizo una de sus afirmaciones que más críticas han levantado: «¿A quién le importa que Miami esté seis metros bajo el nivel del mar en 100 años? Amsterdam lleva cientos de años seis metros bajo el nivel del mar y es un sitio estupendo». Quizá la más acertada de las visiones de Kirk es la de que no está nada claro quiénes van a ser los ganadores y perdedores en la transición climática. Según él, no hay que confundir volumen y valor. No necesariamente una caída de volumen supone que una firma deje de ser rentable. Las empresas pueden desarrollar muchas estrategias. Pero esta consideración está divorciada de la noción de que habrá ganadores y perdedores de la transición. Su visión es que «habrá ganadores y perdedores climáticos que crearán valor y ganadores y perdedores que lo destruirán». «La humanidad –concluyó Kirk– tiene una enorme capacidad de adaptación. Políticos y reguladores deben volver a una perspectiva más racional». Código Desktop Imagen para móvil, amp y app Código móvil Código AMP 1360 Código APP La polvareda que levantó la exposición de Kirk no permitió analizar bien este gráfico que presentó sobre ganadores y perdedores climáticos. En él hay dos ejes: retornos por encima o por debajo del costo del capital y volúmenes que aumentan o disminuyen. Esto da lugar a cuatro tipos de empresas: palomas, dodos, águilas y pavos reales. Los dos primeros se enfrentan a una reducción de su demanda, pero las palomas todavía pueden generar beneficios, mientras que los dodos se extinguirán. Las águilas, en cambio, crecerán y tendrán beneficios, mientras que los pavos reales serán grandes, pero poco rentables.
Source: abc economia

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