El aceite vegetal toma protagonismo en plena crisis energética global

La escalada de los precios de la energía y los combustibles ha acelerado la transformación de sectores agrícolas tradicionalmente ligados al consumo humano. Así, la producción de biodiésel se ha convertido en una alternativa cada vez más rentable para productos como el aceite de palma en muchos países de Asia y América Latina. En Indonesia, el mayor productor mundial de esta grasa vegetal, este sector ya suministra el 30% del combustible que se genera en el país, un esquema que se replica en otros países como Argentina y los Estados Unidos de la mano de productos como la soja. Según los expertos, este fenómeno puede tener un efecto directo en la independencia energética de muchos países en momentos, como los actuales, de fuertes tensiones geopolíticas.

En el caso de Colombia, el cuarto productor latinoamericano de petróleo, la decisión de fortalecer su independencia energética echando mano del sector agrícola ya está generando resultados. Allí, la apuesta hecha por el Gobierno en 2004 se unió a la necesidad de diversificar las aplicaciones de un producto, el aceite de palma, que, desde hace años, ha estado sometido a una campaña de desprestigio en Europa y los EE.UU. por sus supuestos efectos negativos para la salud. Aunque organizaciones como la patronal colombiana Fedepalma niegan rotundamente estos peligros, este sector ha intensificado sus inversiones para encontrar en los combustibles ‘verdes’ una salida para su gran producción. «El biodiésel es un mercado construido a partir de políticas públicas en todos los países», explica Mónica Cuéllar, investigadora y especialista en el sector de los biocombustibles en el país.

Colombia ha logrado recortar un 30% su dependencia energética gracias

El caso colombiano sigue la estela de la Unión Europea y EE.UU., donde se ha potenciado el uso de los combustibles hechos con productos como la soja y el maíz. ¿Objetivo? Reducir la dependencia de los socios exteriores en un momento de tensiones fronterizas. En el caso de España, los biocarburantes ya son la fuente de energía renovable más utilizada en el transporte. En este sentido, un estudio reciente del Centro Nacional de Energías Renovables, dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, apostó este año por los biocombustibles «avanzados», aquellos que emplean «biomasa sólida de origen local», reduciendo con ello el coste de importar y redundando en un desarrollo de la industria nacional gracias a productos como los aceites reciclados. Este recurso, poco conocido y valorado por el gran público, ha experimentado un notable auge en los mercados internacionales hasta convertirse en un solicitado producto de exportación.

Entre las montañas
En la población Facatativá, una pequeña ciudad a una hora de Bogotá, trabaja a pleno rendimiento BioD, la mayor de las doce factorías de biodiésel que hay en Colombia. Allí, en medio de verdes montañas, doscientos empleados transforman en biodiésel el aceite de palma que llega en camiones desde las zonas ‘calientes’ del país, donde se cultivan las palmeras que generan este aceite rojizo. Su producción se entrega a las gasolineras del país, donde se vende mezclado con diésel ‘tradicional’ con una proporción de 90 (tradicional) a 10 (vegetal). Este peso modesto choca con las pretensiones de sus productores, que defienden que la proporción de biocombustible se podría elevar hasta el 100% sin que ello tuviera afectaciones para los automóviles, aspiraciones que chocan con las reticencias de los refinadores ‘tradicionales’ y los fabricantes de automóviles.

En el caso de Colombia, el aceite de palma podría echarse a la espalda la autosuficiencia energética del país. De hecho, según Fedepalma, hay en estos momentos 590.000 hectáreas plantadas con este producto, una extensión que, señalan, se podría multiplicar por diez sin tener que afectar a ningún espacio natural ni protegido. Esto permitiría al país reducir casi a cero su dependencia energética del exterior mientras favorece el desarrollo de sus zonas rurales, durante años sometidas por la violencia y los cultivos de coca.

Este gran salto podría compararse al logrado en Estados Unidos mediante la expansión del ‘fracking’, una polémica técnica de extracción de gas y petróleo del subsuelo que ha reducido drásticamente la tradicional dependencia energética de la primera economía mundial. En el caso colombiano, con una población similar a la española, ya han conseguido recortar un 30% su dependencia energética gracias al biodiésel y en estos momentos solo se importa el 20% de sus combustibles.

En crecimiento
Las iniciativas de países como Colombia e Indonesia responden a una tendencia a nivel global. Según datos del Oil World Annual de 2021, una publicación interna de este sector a la que ha tenido acceso ABC, la producción mundial de biodiésel ha crecido un 8% anual en los últimos diez años. En estos momentos, el primer productor mundial es la Unión Europa, seguida de los Estados Unidos, Argentina, Brasil, Malasia, Indonesia y Colombia.

Dentro de las materias usadas, el aceite de palma concentra el 39% de la producción y la soja el 25%. Por detrás hay otras grasas vegetales como el aceite de colza, más común en Europa. ¿Qué tienen en común todos estos productos? Son de origen natural, lo que permite a países que no tienen reservas propias de crudo o gas natural puedan tener su propia fuente energética en un momento de tensiones en el este de Europa, Rusia, el Pacífico y Oriente Medio.
Source: abc economia

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