China prohíbe las criptomonedas para evitar la volatilidad y fugas de capital

Semana agitada para la economía china, que empezó con la crisis por la astronómica deuda de la constructora Evergrande y termina con la prohibición de las criptomonedas, como el popular Bitcoin. De fondo en ambos casos, el control económico y los riesgos de la volatilidad, que suponen una amenaza para uno de los principales pilares del autoritario régimen de Pekín: la estabilidad social.

Tras vetar sus transacciones en los bancos y comercios chinos en mayo, lo que provocó que se volatilizaran de este mercado virtual casi un billón de dólares, Pekín da un paso más e ilegaliza las criptomonedas. «Cualquier persona legal, organización e individuo que proporcione la venta, el pago o el apoyo técnico en negocios relacionados con monedas virtuales será investigado de acuerdo a la ley», advirtió este viernes el Banco Central, según recoge el periódico South China Morning Post.

Hasta ahora, China no facilitaba el uso de las criptomonedas, pero diversas plataformas extranjeras y nacionales seguían ofreciéndolas hasta el punto de copar el 70 por ciento del mercado mundial. Desde ahora, Pekín perseguirá su comercio porque, como avisó el Banco Central, cualquiera que participe en él participa en «una actividad financiera ilegal» y será acusado de un delito.

Como las criptomonedas son una divisa virtual que circula a través de los ordenadores de sus usuarios, las autoridades chinas temen que entrañe un riesgo para la economía por su volatilidad. En mayo, el Consejo de Estado advirtió específicamente de que eliminaría el Bitcoin para impedir que los riesgos individuales afectaran a toda la sociedad. Además de no perder el control de la situación económica y de la moneda nacional, el yuan, el Gobierno pretende así luchar contra la fuga de capitales a través de este método. Especialmente ahora, ya que ha lanzado una campaña con el lema de la «prosperidad común» para reducir las desigualdades sociales aumentando los impuestos a los más ricos.

De igual modo, Pekín intenta controlar los riesgos que entraña la burbuja de su sector inmobiliario, que tiene al mundo en vilo por la deuda de 300.000 millones de dólares (255.000 millones de euros) del gigante Evergrande. Tras subir sus acciones casi un 18% el jueves, este viernes bajaron un 11,61%. En un solo día, la euforia compradora por el acuerdo secreto para abonar una de sus muchas deudas se volvió incertidumbre por la falta de pago de los intereses de un bono extranjero. Si antes los inversores pensaban que el Gobierno acabaría rescatando a la compañía porque es ‘demasiado grande para caer’, cada vez surgen más informaciones en sentido contrario.

Aunque la crisis de Evergrande apenas aparece en los medios oficiales chinos, una de las opciones que vislumbran los analistas sería trocear la compañía para que las administraciones locales y las empresas estatales asumieran la reestructuración de su deuda. Así se evitaría un colapso que sacudiría al sistema financiero chino y los acreedores de Evergrande verían algo, quizás no todo, de lo que les corresponde. De mayor a menor prioridad, empezarían los clientes que han comprado sobre plano y los proveedores y terminarían los bancos y los inversores extranjeros, que tienen muy difícil, por no decir imposible, recuperar su dinero.
Source: ABC

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