El desafío de sacar a flote la motivación en un océano de incertidumbre

No es el curso de los abrazos ni de los niños amontonados en el patio intercambiando cromos. Sí el de las mascarillas, la distancia social y, sobre todo, la incertidumbre. Si en marzo los alumnos tuvieron que hacer frente a la suspensión de la enseñanza presencial debido al Covid, la vuelta al cole ha continuado marcada por la preocupación. Grupos burbuja, clases confinadas por positivos en coronavirus, hogares devastados por la pérdida de algún familiar… los estudiantes tienen por delante un complicado 2021 en el que los contenidos curriculares no serán el único aprendizaje. Adaptar las interacciones con los compañeros a las nuevas cautelas sanitarias, mantener la rutina del estudio en un régimen que, en las etapas educativas más avanzadas, combina la presencialidad con las sesiones a distancia o encontrar motivaciones en un contexto de tanta tensión son algunas asignaturas de las que también se están teniendo que «examinar» los escolares.

El año pasado ya supuso toda una prueba de fuego y, aunque tanto docentes como alumnos trataron de amoldarse al entorno virtual en tiempo récord, las medidas adoptadas para contener la propagación del virus han dejado secuelas. «La nula preparación del sistema educativo español ante la pandemia, con escasísima formación del profesorado en cuanto a educación online se refiere, a medios técnicos y a la competencia digital de los propios alumnos hace pensar que ha existido un daño en cuanto a los niveles adquiridos y, por tanto, habrá que insistir mucho en competencias que posiblemente se han visto afectadas por la crisis sanitaria», advierte Enrique Castillejo, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Pedagogos y Psicopedagogos de España.

En estos tiempos complejos, también el bienestar mental de los menores está en juego. «Es normativo que nuestros niños y adolescentes muestren, o puedan hacerlo, síntomas característicos de la ansiedad, tristeza, incluso enfado intenso o ira. Estas reacciones emocionales suponen una adaptación normal a afrontar una situación límite como la que estamos viviendo, que precisa abordar niveles extremos de incertidumbre y estrés», explica Elisabet Marina, psicóloga, neuropsicóloga y profesora de Psicología en la Universidad Europea. Solamente si estas emociones resultan la tónica emocional preponderante en la vida de los menores, tanto en frecuencia como intensidad, debemos preocuparnos ante ellas y solicitar orientación y/o apoyo profesional, tal y como dice Marina.

«Es cierto que la pandemia ha sido como un tsunami para todos, los niños pueden estar viviendo situaciones difíciles en casa y los profesores tienen que ser conscientes. La parte académica es muy importante y es exigencia educativa, pero si contenemos lo emocional probablemente lo académico les pueda llegar más. Es un año atípico y no se trata de hacer concesiones, pero sí de atender lo que puedan estar viviendo», destaca la psicóloga educativa Amaya Prado, que cree que hay determinados alumnos en los que la «nueva normalidad» puede tener una mayor incidencia. Junto con quienes carecen en casa de conexión rápida a internet o de equipamiento, indica que les va a costar especialmente a los más pequeños y a los que han cambiado de ciclo porque al salto académico se unen las circunstancias provocadas por el coronavirus.

Nuevas habilidades
Si bien algunos niveles educativos están siguiendo un régimen de máxima presencialidad, otros combinan la asistencia física con las sesiones online, que pueden ser fuente de distracción para los estudiantes. La recomendación de Prado es mantener las costumbres que se tendrían en una clase presencial: «En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, está prohibido el uso del móvil en las aulas. En casa tiene que ser algo similar. Si los padres están trabajando y no pueden hacer una supervisión, deben hablar con sus hijos para hacerles ver que si no están siguiendo la materia su rendimiento se verá afectado».

Este escenario requiere también nuevas habilidades por parte de los alumnos. «Los niños que se sientan ante un ordenador con el fin de seguir una sesión virtual con sus profesores, consultar el contenido de la materia o realizar la actividad solicitada, tienen que desplegar ciertas habilidades cognitivas, como la planificación, supervisión, monitorización, atención… lo que llamamos funciones ejecutivas. Cuanto más pequeños los escolares, más necesidad de apoyo y ayuda van a precisar en todas esas tareas invisibles que se derivan de utilizar un entorno digital de aprendizaje», señala Elisabet Marina.

Además, la experta señala la importancia de que los adultos, tanto los padres como los docentes, faciliten una comunicación empática y muestren grandes dotes de escucha hacia los menores, explicando la situación actual que está viviendo el mundo, el país y/o su comunidad autónoma. «La información siempre tiene que ser realista, evitando los tintes más dramáticos, e intentando reflejar que, aunque ahora sea complejo verlo, resulta una situación más o menos pasajera. En este sentido, la disposición de los centros para mantener contactos fluidos con las familias, es aún si cabe, más necesaria», sostiene.

Cuando cueste ver la luz al final del túnel, Enrique Castillejo apela a la resiliencia: «Los estudiantes deben pensar, sobre todo ya en edades avanzadas, que no necesitamos en la vida tanto estímulo positivo para hacer las cosas, que tenemos que ser fuertes y no abandonarnos a la excusa». Un desafío en el que los progenitores juegan un papel clave. «Les diría que sean ejemplo de fortaleza y que no descarguen la supervisión de los estudios en los colegios porque también es labor de los padres hacer ese seguimiento». Y, como acabar con la pandemia exige el compromiso de todos, recuerda Prado, «es muy importante hacer a los niños partícipes y que sientan que forman parte de la solución del problema».

Consejos

Uso responsable de las nuevas tecnologías. Que algunas sesiones se trasladen al entorno virtual no significa que dejen de ser una responsabilidad. Se deben evitar las distracciones, para lo que Amaya Prado aconseja a los alumnos limitar el uso del «smarthpone», al igual que harían en el aula.

Reconocimiento al esfuerzo realizado. Es importante que los padres tengan una comunicación fluida con sus hijos y les apoyen, haciéndoles sentir que, con su esfuerzo, son parte de la solución.

Resiliencia. Cuando cueste encontrar estímulos positivos, Enrique Castillejo recomienda, sobre todo a los alumnos más mayores, ser fuertes y no entregarse a las excusas.

Un escenario propicio para estimular la educación en valores
La pandemia del coronavirus ha cambiado por completo el día a día de los centros educativos. Cooperación, comunicación fluida y altas dosis de comprensión son más necesarias que nunca para afrontar un curso escolar todavía diferente y que dibuja un escenario propicio para promover la transmisión y educación en valores, tal y como asegura Elisabet Marina. «Podemos fomentar valores, entre otros, como la empatía (ante el dolor ajeno), la responsabilidad individual y el pensamiento crítico (en que nuestra conducta se adapte a lo que se nos solicita desde las administraciones sanitarias, aunque la de otros no resulte así), el valor de la amistad, de la familia, de compartir aun en la lejanía y por supuesto, la resiliencia».
Source: ABC

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