El Eurogrupo sigue buscando una fórmula de consenso sobre los eurobonos

No hay nada que los jefes de Estado o de Gobierno europeos detesten más que verse obligados a ir a una cumbre sin que sus escuderos hayan encontrado antes un consenso. El pasado 26 de marzo ya tuvieron un Consejo Europeo (por videoconferencia) y no se pusieron de acuerdo sobre las fórmulas para frenar la crisis salvo para encargar a los ministros de Economía de la zona euro que lo buscaran ellos. Así se llegó al Eurogrupo de ayer en el que otra vez se volvieron a enfrentar las dos visiones sobre el modelo de acción colectiva a la hora de preparar la resurrección de la economía europea, un debate en el que esta vez está en juego algo más que los llamados eurobonos.

El lunes hubo otra reunión entre el presidente del Eurogrupo, el portugués Mario Centeno, y las presidentas de la Comisión, Ursula von der Leyen, y del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, junto al presidente del Consejo, Charles Michel, que es el que debe decidir cuando se convoca otra cumbre para que los jefes tomen la decisión final. No se informó del resultado de estas conversaciones, lo que era el indicio más claro de que las cosas no se veían muy maduras.

Cuando empezó la reunión a las 4 de la tarde, ya con retraso porque quisieron extender los prolegómenos, la única posición clara era la del holandés, Wepke Hoekstra, que se había ido a cargar las pilas de su discurso moralista a una sesión parlamentaria convocada precisamente para respaldar su posición contraria a la emisión de deuda colectiva. En algunos de sus argumentos podía ser entendido, por ejemplo al decir que «aunque se haga con la mejor intención del mundo», la emisión de deuda conjunta «hará a la UE más débil, no más fuerte». Otros de sus puntos de vista eran más áridos para los demás países, como la constatación de que «esto le costará mucho dinero a Holanda» cuando hay países en los que los trabajadores se jubilan a los sesenta años «mientras que en Holanda tenemos que trabajar hasta los 67».

La de Hoekstra fue la posición más estricta e inflexible, frente a un punto de vista al menos algo más moderada y abierta por parte del ministro alemán Olaf Scholz que antes de que empezase la reunión dijo que estaba dispuesto en todo caso a una «fórmula solidaria» para ayudar a los países más débiles a salir de la crisis. El problema para Alemania es que una decisión de este tipo tendría que ser ratificada por el Parlamento y no está claro que eso fuera posible, y además, el mero indicio de que pudieran estar pensando en ceder a las peticiones de una mutualización de la deuda con los socios europeos se ha traducido con una subida ayer mismo de los tipos de intereses que exigen los inversores por comprar sus bonos. Nada alarmante, porque están todavía en una confortable zona de intereses negativos, lo que significa que simplemente los inversores le pagarán menos, pero muy significativo.

Tanto como, en el sentido opuesto, le resultaría a Italia si el primer ministro Giuseppe Conte diese a entender que va a acudir al mercado de capitales para financiar la reconstrucción de la economía de su país. Con cerca de un 130% de deuda sobre su PIB, una sacudida de los tipos de interés hacia arriba le dejaría simplemente en la ruina. En una conversación telefónica con los periodistas, el ministro de otro país europeo reconoció que sus vecinos italianos se encuentran en una situación extremadamente delicada y en la incapacidad política de acudir al Fondo de Estabilidad (MEDE) porque el nacionalpopulismo -ahora en la oposición- lo ha convertido en un símbolo de sumisión del país a los dictados exteriores. El propio Conte dijo también al empezar la reunión que la opción de apoyarse solamente en el MEDE no era factible en su caso.

De ahí que Holanda y Alemania hagan hincapié constantemente en que en este caso el uso de este fondo sería «sin condiciones» o con condiciones muy llevaderas o meramente simbólicas y en cualquier caso sin ninguna intervención de los temidos «hombres de negro».

El MEDE tiene hasta 410.000 millones de euros para prestar, una potencia de fuego que a la vista de las dimensiones de esta catástrofe a nadie le parece suficiente, pero sin embargo es, hoy por hoy, el principal instrumento del que dispone la UE para ayudar a los países a afrontar esta situación. En lo que no ha habido divergencias ha sido en la aprobación de una apliación de capital del Banco Europeo de Inversiones (BEI) que es para las empresas y no para los países, y en la puesta en marcha del plan SURE de la Comisión Europea de levantar un capital de 100.000 millones de euros en el mercado para que subvencionen los planes de desempleo parcial, los ERTE en España, que a la ministra española, Nadia Calviño, le parece «positivo» pero «insuficiente»

Lo que si ha hecho Calviño es insistir en que en estos momentos España, que es uno de los países favorables a los eurobonos, en realidad no quiere mostrar su debilidad en los mercados de deuda. «España no necesita liquidez en este momento, tenemos resultados favorables en los mercados financieros y nuestra deuda pública está en una buena posición en el mercado. Ni hay necesidad de acceder a ningún mecanismo de liquidez adicional». Es lo que se llama poner las barbas a remojar.
Source: ABC

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