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    Categories: Economía

«En este sistema el Estado no puede tolerar que los bancos quiebren»

Miguel Ángel Fernández Ordóñez (Madrid, 1945) lleva el sambenito de haber sido el gobernador del Banco de España al que se le desmoronaron las cajas de ahorros y bajo cuyo mandato (2006-2012)
Bankia salió a Bolsa

y se derrumbó, lo que precipitó el rescate del sistema financiero nacional. Ahora publica su tercer libro, «Adiós a los bancos» (Taurus), en el que atribuye las crisis bancarias y su contagio a la economía a la alquimia del dinero: la banca guarda una porción ridícula –en Europa el 1%– de los depósitos de sus clientes; el resto lo transforma en crédito, y ante el riesgo de que no pueda devolver esos ahorros, los Estados la protegen y, en último término, acuden siempre a su rescate.

La descripción que hace de ese sistema parece la de un supervisor defraudado. «He vivido la crisis y soy muy consciente de los daños que hacen las crisis bancarias. En este país se ha llevado por delante a una generación de jóvenes y a miles de empresas. El daño que hacen las crisis bancarias es brutal», dice en una entrevista con ABC este enarca español: economista del Estado con 40 años de carrera funcionarial, ha sido secretario de Estado de Economía y de Hacienda y Presupuestos, presidente del Tribunal de la Defensa de la Competencia y de la Comisión Nacional del Sistema Eléctrico, diputado por el PSOE, miembro del consejo de gobierno del BCE y del comité ejecutivo del Consejo de Estabilidad Financiera y ha trabajado en la OCDE, el Banco Mundial y el FMI. Como alternativa, Ordóñez plantea una reforma del sistema por la que los ciudadanos puedan depositar su dinero en los bancos centrales, que emitirían dinero electrónico (CBDC, por sus siglas en inglés), y la banca comercial se liberalice.

MAFO, como se le conoce, plantea que ese dinero privado y frágil de los bancos comerciales sea sustituido por dinero público y seguro: depósitos de lo ciudadanos en el banco central, que a su juicio serían 100% seguros porque estarían efectivamente depositados, no invirtiéndose, evitando así crisis bancarias. Eso, dice, haría innecesarias todas las protecciones con que el Estado somete ahora al
sector bancario
y que hace que apenas tenga competencia, pudiendo así desregularlo y liberalizarlo por completo. Las entidades, explica, dejarían de ser bancos de depósitos y competirían sin restricciones por dar crédito y servicios de pago, pero con dinero de inversores, y en caso de quiebra no habría un contagio devastador al Estado y la economía.

«El dinero actual en depósitos es inseguro, pero los depositantes no lo perciben así porque el Estado pone

dinero de los contribuyentes
para que parezca seguro, por ejemplo con los seguros de depósito. Además, se ha protegido, reforzado y superregulado a los bancos para buscar esa seguridad. Se ha escogido una vía de no cambiar lo que usamos como dinero, y al ser inseguro se ha llenado de protecciones», explica.

A lo largo del libro Ordóñez llega a describir a los supervisores y a los bancos centrales actuales no solo como policías del sistema bancario, sino también como «ángeles de la guarda de los bancos privados» que ante el riesgo de que sufran pérdidas continuadas que generen un
riesgo de quiebra
empiezan a preocuparse cada vez más por mejorar los beneficios del banco en apuros, por ser su primera línea de defensa. Y para ello, relata, se incentivan fusiones y hasta se desprotege al consumidor. Un relato que recuerda a la crisis de las cajas cuando él fue gobernador.

«Pasó en España, en Estados Unidos, en Alemania y en todos los sitios. En el actual sistema no hay otra solución. El supervisor no puede tolerar que los bancos pierdan dinero porque es el paso antecedente a una crisis. Y lo hace como puede: con fusiones, con ayudas del Estado, con lo que sea con tal de que ese banco no quiebre, porque entonces cuesta muchísimo más. A los bancos centrales se les acusa de preocuparse mucho por la banca: con el sistema de dinero frágil actual, como no se preocupen de ellos… Mientras el dinero sea frágil, seguiremos viendo a los supervisores hacer eso. Pero por buenas razones, porque es lo más razonable», justifica.

Al definir las crisis bancarias como consecuencia de esa fragilidad del dinero uno se pregunta si no se exculpa así a los malos gestores, supervisores y reguladores de su responsabilidad en esas crisis. «La tendrán y unos lo harán mejor que otros. Los que hemos estado en España estamos orgullosos de que ninguno de los tres grandes bancos del país haya sufrido, casi ningún país puede decir eso. Por tanto, mis antecesores en el Banco de España debieron de hacerlo bien porque a los demás les han caído: en Reino Unido las principales entidades, en EE.UU. las seis grandes y en Alemania la segunda». recuerda.

«Un billete de 50 euros es igual en Alemania, en España y en Grecia; pero un depósito de 50 euros en Alemania, en España y en Grecia es distinto, porque como es el Estado el que tiene que ayudar, el euro alemán es mucho más seguro que el español y el griego. Con un euro digital emitido por el banco central, el euro depositado en el BCE sería el mismo», explica. «Es una propuesta que por una lado parece izquierdista, de nacionalización del dinero, pero por otro lado es tremendamente liberal, porque digo que no hay que proteger a los bancos ni decirles lo que hacer, sino liberalizarlos», resume, y rebate todas las dudas que suscita este sistema.

¿No es banca pública? «No tiene nada que ver, es el dinero el que es público. Entre las reformas que considero que son un error está la banca pública, porque tiene el mismo problema del dinero frágil que la banca privada y quizá está peor gobernada. La banca pública no te salva de las crisis bancarias», dice.

¿Un banco central con tal volumen de depósitos en sus arcas no sería una tentación para el poder político? «Igual que ahora. Garantizar esa independencia es muy importante y la reforma solo se puede hacer si tenemos un Estado de Derecho como el actual», dice Ordóñez, quien añade que el papel de esos bancos centrales sería el de registrador de ese dinero y decidir si eleva o reduce el dinero en circulación. «Bien depositándoselo a cada ciudadano en su cuenta o al Estado y sin aumentar la deuda, no como ahora. Es una política monetaria de impacto muy directo», explica.

Esta reforma del sistema que explica Ordóñez la vienen desarrollando desde hace años muchos economistas y ahora está permeando en los bancos centrales de todo el mundo. En buena parte por la irrupción de Facebook con su proyecto de moneda virtual, Libra, que según MAFO ha avivado el debate, pero no es la solución: «Se sigue apoyando en depósitos bancarios, así que si Facebook quiebra, quebraría una entidad que ríete tú de la quiebra de un banco».
Source: ABC

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