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    Categories: Economía

El negocio de los alimentos engañosos para el consumidor

Más de la mitad (51%) de los españoles creen que los alimentos que consumen a diario contienen sustancias dañinas, según el último Eurobarómetro. Esta percepción de los consumidores sobre la industria de la alimentación está determinada por factores como la recepción de informaciones contradictorias y cierta «quimiofobia», pero también por el miedo a alertas que han lastrado la credibilidad del sector y por las malas prácticas de algunos fabricantes en el etiquetado de los productos o mediante la inclusión de logos o menciones engañosas en los envases. Ante este nivel tan alto de desconfianza a pesar de la elevada seguridad y multitud de controles que se realizan en Europa, el responsable de Seguridad Alimentaria de Aecoc, Xavier Pera, invita a todos los sectores implicados a reflexionar y a hacer autocrítica. «Es un buen momento para que todos los sectores nos miremos de puertas hacia dentro y hagamos reflexión y si es necesario, la autocrítica para ver que en el nuevo escenario informativo, a lo mejor, hay que aplicar estrategias distintas. Emergen conceptos como la transparencia, la credibilidad, la honestidad y la coherencia. Estos se deben aplicar no solo a las comunicaciones que se hagan de forma habitual, sino también al etiquetado de los productos y a la publicidad», indica Pera.

El portavoz de la Organización de Consumidores OCU, Enrique García, coincide en que muchas veces la alarma social está injustificada. «La desconfianza del consumidor viene muy unida a la forma en la que se gestionan las crisis alimentarias, por ejemplo, el caso de la listeria del pasado verano, donde la falta de transparencia, la descoordinación entre administraciones y la falta de inspectores (esto es algo habitual), hicieron que aumentara el porcentaje de consumidores que desconfian. Si bien, hay que tener en cuenta que los problemas en seguridad alimentaria son muy excepcionales, y que la mayoría de las empresas cumplen con la normativa vigente», aclara García.

«Existen alertas sanitarias frecuentes porque las exigencias legales son muy elevadas. En el espíritu de la gran mayoría de los fabricantes está el cumplir con la ley, aunque a veces hay piratas, como en el caso de la carne mechada y la listeriosis», puntualiza la responsable de Calidad de Lacteas del Jarama, Marisa Zabaleta.

Publicidad engañosa
No obstante, aparte de las alertas puntuales y de la «quimiofobia» imperante, también podemos encontrar en el súper determinados alimentos que no son lo que parecen por culpa de logos, sellos o menciones que confuden al comprador. «A veces se utilizan menciones en el etiquetado precisamente para diferenciar un producto de la competencia y muchos de ellos se mueven en un terreno gris a nivel normativo. Cuando se incluyan conceptos como ‘ecológico’ o ‘sin gluten’ se debe hacer siempre respetando esa honestidad y transparencia. Atribuir a un producto la mención ‘sin gluten’ cuando todos los productos de esa categoría tampoco tienen gluten no es honesto» afirma el responsable de Seguridad Alimentaria de Aecoc.

También existe publicidad engañosa a través de etiquetas con trampa en las que la denominación o foto incluida en el producto no se corresponde con la realidad. Esto es lo que ocurre en algunas categorías de productos como los zumos sin fruta, las lonchas de queso sin grasa láctea, el york que no es jamón, bebidas vegetales que no se pueden denominar leches o la carne picada con espesantes, entre otras. «Hay engaños en el etiquetado (información legal), pero donde más abusos se producen es en la publicidad que está llena de exageraciones, alegaciones falsas y atribución de propiedades que no son. También hay abusos sobre las alegaciones nutricionales y la atribución de beneficios a la salud», añade el portavoz de la OCU.

Por su parte, la responsable de Calidad de Lacteas del Jarama, Marisa Zabaleta, pone el acento en la desinformación con la que vamos a hacer la compra. «Los consumidores no saben leer las etiquetas, falta una buena formación relativa a la nutrición. Conozco a gente con buenos cargos profesionales que no saben leer las etiquetas de los envases. Hay también mucho desconocimiento sobre el significado real de la fecha de caducidad y de consumo preferente y gente que enloquece cuando ve en la etiqueta que un alimento lleva algún conservante», explica Zabaleta. No obstante, Zabaleta también reconoce que los problemas a veces vienen de la parte de las marcas. «Cabe recordar que un queso es un queso y no puede ser otra cosa. Veo alimentos que no están bien etiquetados y pueden dar lugar a confusión. El que hace la ley también hace la trampa y algunos fabricantes buscan atajos. Aunque creo que en general lo hacen bien», señala.

Para que el consumidor sea más consciente al llenar la cesta de la compra, Zabaleta recomienda leer las etiquetas, poner especial atención en la fecha de caducidad o consumo preferente, en los ingredientes de los productos, informarse acerca de cada nutriente y comprar el menor número posible de alimentos procesados. «No hay que demonizar los convervantes, son beneficiosos porque ayudan a que podamos tener alimentos en la despensa y a no tener que ir todos los días a la compra. Hay ‘quimiofobia’ por falta de información, los aditivos en sí no son malos ya que evitan que crezcan bichos que te pueden causar una enfermedad», sentencia Zabaleta.

Denominaciones que no se ajustan a la realidad
En los lineales podemos encontrar productos en los que la denominación o foto no se corresponden con el alimento real. Tal y como denuncian en la OCU, esto ocurre, por ejemplo, con los néctares, que se venden a un precio superior al de los zumos, pero llevan menos fruta y más agua con azúcar. «La clave es fijarse en la letra pequeña y no en la foto», advierten desde la organización de consumidores. También puede darse cierto engaño en la comercialización de jamón york que lleva un porcentaje de carne que a veces no llega ni al 60% o en los que el ingrediente principal son otras partes más baratas del cerdo.

Ocurre lo mismo con huevos en cuyo envase se destaca en la foto que son gallinas en libertad, pero en realidad son gallinas criadas en el suelo. O con las bandejas de carne picada en las que esta es el ingrediente principal en un porcentaje que va del 65% al 90%, pero el resto son espesantes, almidones, proteína de soja, conservantes y colorantes. También se pueden incluir aquí los aros que son pota en vez de calamar.

Otro producto que a veces puede no ser lo que menciona en su envase es el queso y se llegan a comercializar lonchas, rallados o porciones que contienen en su mayor parte aditivos, almidón o fibras vegetales que nada tienen que ver con la grasa láctea. También hay cierta desinformación en productos veganos. «Un queso nunca puede ser vegano porque el queso es un producto lácteo, hay que llamarlo de otro modo. Lo mismo ocurre con las leches vegetales, que en realidad son bebidas vegetales», aclara la responsable de Calidad de Lacteas del Jarama, Marisa Zabaleta.
Source: ABC

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