Una ventana de oportunidad para el acuerdo de la UE con Mercosur

Hace más de 20 años que las negociaciones para un tratado de libre comercio entre la UE y Mercosur languidecen en los archivos de la Comisión Europea, con cortos periodos de actividad que apenas sirven para limpar el polvo a los expedientes. Y, sin embargo, el valor del intercambio comercial entre Europa y estos cuatro países suramericanos (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) quintuplica el valor del comercio con Japón. La semana que viene se puede producir una de esas «ventanas de oportunidad» en Bruselas para cerrar por fin este acuerdo, antes de que la campaña de las elecciones de octubre en Brasil pueda enturbiar las cosas.

Después de tanto tiempo dando vueltas a los mismos temas, las negociaciones están prácticamente circunscritas a un puñado de problemas bien conocidos. A Europa le preocupan las importaciones de carne americana; a los países de Mercosur las de leche europea y derivados. Para la UE el tema de las denominaciones de origen es esencial; para los suramericanos la amenaza son los coches europeos. Hay una convergencia clara en casi todos los puntos, pero falta probablemente el último empujón político en un momento en el que la llegada al poder de Mauricio Macri en Argentina ha significado un cambio fundamental -para bien- respecto a sus predecesores.

La UE es el primer inversor extranjero en los países del Mercosur. De hecho, éstos reciben el 70% del total de la inversión comunitaria en América Latina.

Este viernes terminó en Bruselas la última ronda de negociaciones a nivel de técnicos, pero la semana que viene está prevista una reunión ministerial de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y no se excluye que los representantes de los cuatro países de Mercosur puedan aprovechar su estancia en Bruselas para verse con la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, para considerar un «paso decisivo» en la negociación del acuerdo.

Del lado europeo, la Comisión insiste en que después de lo que ha significado el fracaso del proyecto de acuerdo con Estados Unidos y la política aislacionista del presidente Donald Trump, la UE necesita potenciar su dimensión mundial a través de la expansión del libre comercio. No son solamente los más de 4.000 millones de euros en aranceles que las empresas europeas se ahorrarían con el acuerdo con Mercosur, sino sobre todo el mensaje político frente a las tendencias aislacionistas de Estados Unidos. Se han firmado acuerdos con Canadá, Japón o México e incluir a un gigante como Brasil y a su espacio de influencia sería un paso de gigante en la política comercial.

España ha promovido permanentemente este acuerdo, frente a las reticencias de ciertos países como Francia e Irlanda, que temían la competencia de la agricultura y ganadería de Brasil o de Argentina. Al final se ha llegado a una cifra de 99.000 toneladas de carne para entrar en el mercado comunitario, que es una cantidad relativamente modesta, y que aún está pendiente de definir si se trata de carne congelada, en canal o procesada. A cambio, los suramericanos aceptan que los coches europeos solamente tengan que tener un 45% de sus componentes hechos allí, lo que mejora bastante las expectativas de las marcas europeas, que tienen fábricas allí. Brasil ha pedido al parecer un periodo de transición más allá de los diez años que propone la UE para poder adaptarse a estas reglas. A cambio, podrá exportar algo más de etanol y azúcar.

Las exportaciones de la UE a los países del Mercosur han aumentado su valor en 16.211 millones en diez años. Esto supone un 57% más respecto a 2007.

En cuanto a la defensa de las indicaciones geográficas o las denominaciones de origen, que es el escollo más recurrente por la parte europea en este tipo de acuerdos, el objetivo de los negociadores es reducir la conflictividad a un número lo más pequeño posible de casos. Durante años, la lista de casos en los que no había acuerdo se alargaba hasta más de 80 productos. Ahora la cifra ronda los 30 y los expertos consideran que es posible rebajarlo a un máximo de diez. El modelo utilizado con el acuerdo con México parece ser la fórmula más práctica porque obliga a un etiquetado que disiparía las posibles confusiones ante los consumidores.

El Parlamento Europeo y el Consejo no han dejado de lanzar mensajes en favor de este acuerdo. La Comisión, teóricamente, también está comprometida con ello, aunque no todos los actores piensan igual. Si no se aprovecha este momento, es muy posible que se tarde mucho tiempo en lograr un entorno tan favorable.
Source: ABC

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