Cambiar el mundo te hace más libre

De entre las variadas razones que una persona puede tener para fundar su propia empresa, sin lugar a dudas la más acertada y honesta, y la única que siempre he contemplado, es esa que tan atinadamente expresó Phil Libin: “Querer cambiar el mundo”. Puede sonar pretencioso o incluso faraónico, pero no se trata de entrar en la Historia sino de poner humildemente tu grano de arena para intentar que la vida sea un poco mejor, más agradable.

Porque las VTC no son empresas de vehículos con conductor, sino de movilidad, y precisamente su semilla fue que esa movilidad fuera sostenible. El objetivo nunca fue ganar cuota de mercado entre los medios de transporte público, sino directamente sustituir al vehículo privado en las grandes ciudades. Sacar de las calles a esos coches que cuando circulan producen contaminación y atascos y, cuando están parados, generan gastos y molestias y ocupan espacio.

El impacto de la contaminación en las grandes ciudades es una certeza, y no se limita a las molestias de una “boina” más o menos estética o las prohibiciones o restricciones para circular con el vehículo privado en determinadas zonas. Es real, y es peligroso. En España, la contaminación atmosférica provoca 15.000 muertes al año, el 4% de toda la mortalidad, según la Comisión Lancet sobre Contaminación y Salud.

Afortunadamente, la concienciación sobre esta amenaza cada vez es mayor. La apuesta por la movilidad sostenible y el espíritu de la economía circular y colaborativa crece exponencialmente, lo que contribuye a una menor dependencia energética. El Marco de Acción Nacional de Energías Alternativas en el Transporte y el Plan de Innovación para el Transporte y las Infraestructuras contemplan varias medidas en diferentes ejes estratégicos, encaminadas a la sostenibilidad, la reducción de emisiones y la optimización energética, aprovechando para ello las tecnologías de la información y la comunicación.

Ahora está de actualidad el debate por el anuncio de nuevas medidas de fiscalidad medioambiental, pero en este sentido las VTC han sido pioneras en la utilización de vehículos eléctricos e híbridos, cuya incorporación está siendo paulatina pero imparable. Aunque para ello, como es lógico, es necesario que la tecnología siga avanzando para que sea competitiva y también que haya compromiso público para desarrollar y garantizar las infraestructuras necesarias.

Todos estos planes y medidas son convenientes y demuestran la sensibilización medioambiental, tanto en la esfera pública como en la privada, pero no son más que el principio de un camino que inevitablemente, por responsabilidad, tenemos que recorrer entre todos, porque ya no hay otra opción. Y esta idea, que es la que siempre nos motivó desde el principio, sigue haciéndolo ahora aún más.

Porque los datos anteriores, unidos a la patente necesidad de un desarrollo medioambientalmente sostenible, deberían ser suficientes de por sí para tomar conciencia, pero como asumimos que para muchas personas no lo será, también es oportuno citar algunos motivos que a los escépticos pueden resultar más prosaicos y tangibles. Y es que, ¿hasta qué punto es rentable disponer de un coche propio en una gran ciudad?

El porcentaje de utilización del mismo para un usuario medio que no dependa de él como medio de trabajo es del 1% del día y no sólo es necesario realizar una importante inversión para adquirirlo, sino que anualmente genera unos 8.000 euros de gastos de mantenimiento, combustible, reparaciones, seguro e incluso garaje, por no señalar la pérdida de tiempo en atascos y las dificultades para aparcar. Si conduces menos de 8.000 kilómetros al año, utilizar los métodos alternativos de transporte supone un ahorro de un 25%.

Además, el supuesto factor de estatus social que antes representaba tener un coche ya no es tal, puesto que siempre ha sido un símbolo de independencia y ahora el mercado ofrece alternativas que sin duda ofrecen más libertad y rentabilidad. A menudo se tiende a simplificar las VTC como “los coches negros que pides por una app y donde te dan agua y wifi”. Y, bien, eso es cierto, pero es mucho más. ¿Acaso hay mayor libertad que saber con antelación el precio del viaje y a qué hora vas a poder comenzarlo? ¿Existe más independencia que poder elegir según la ocasión un vehículo de alta gama o híbrido para un compromiso laboral, una furgoneta para grupos o uno con sillas para niños o adaptado para personas con movilidad reducida? Hay tantas opciones como necesidades y lo mejor es que puedes cambiar cada vez que lo desees, como también optar por otra de las alternativas que ofrece el transporte público. Porque ésa es la clave, la libertad para elegir.

Y en esta sociedad actual en el que tenemos al alcance de nuestro teléfono móvil la posibilidad de elegir no tiene sentido que alguien quiera coartarnos esa libertad, y mucho menos que pretenda hacerlo a través de la violencia y sin respetar la Ley ni los derechos de los usuarios ni de otros trabajadores igual que ellos.

Porque para cambiar el mundo no es necesario realizar un gran hallazgo científico o tomar una decisión que cambie el curso de un país, sino que cada uno de nosotros, con pequeñas decisiones en diferentes lugares, podemos conseguir que vaya cambiando poco a poco. Hemos iniciado un camino apasionante que aún no sabemos dónde nos llevará, pero seguro que es a un lugar mejor. Porque si ganamos en libertad, comodidad, rentabilidad y además contribuimos a hacer un mundo más sostenible y habitable, ¿qué puede salir mal?
Source: ABC

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