Pubertad precoz: La obesidad y las alteraciones hormonales aceleran su irrupción

Antes de tiempo. La pubertad es uno de los momentos más temidos por los padres, unos años de desconcierto en los que sus «pequeños niños» se hacen «grandes de repente» y todo cambia. Una duda que se plantean muchos progenitores es cuándo llega y si hay barreras entre lo que se considera dentro de la normalidad y lo que no. Así, los expertos consultados por A TU SALUD manifiestan que la tendencia desde el siglo XX ha sido la aparición más temprana, pero marcan los límites: «Antes de los ocho años en niñas y antes de los nueve en niños lo denominamos pubertad precoz, ya que aparecería antes de lo normal», explica Beatriz García Cuartero, presidenta de la Sociedad de Endocrinología Pediátrica de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

En este sentido, cabe destacar que se trata de una alteración hormonal la que produce ese adelanto, por lo que los endocrinos especializados en edades pediátricas son los que se hacen cargo de los pocos casos que se dan. Desde la Aepap (Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria), Elena Alustiza explica que son estos expertos los que se encargan de los casos, «son ellos los que, tanto en charlas como en publicaciones, nos actualizan los conocimientos y las posibles modificaciones en el tratamiento». Dado que es un problema complicado, ¿cómo se detecta?, ¿cuáles son los síntomas de alarma?, ¿en quién se adelanta más?, ¿cómo se trata?

Dar con la respuesta adecuada en cada caso resulta crucial para los padres, quienes deben tomar estas soluciones como personales de cada niño y buscar generalizar el caso a quienes les rodean y crear alarmas innecesarias. Esto ocurre cuando muchos buscan en la dieta la contestación al origen de la pubertad precoz de su hija, ya que la proporción de diagnósticos es de 10 a uno y se da en uno de entre 5.000 y 10.000. «El tema de la alimentación es controvertido, pues a lo largo del último siglo y medio, hemos asistido a lo que se denomina avance secular del crecimiento y desarrollo, que implica que el inicio de la pubertad se produce a una edad cada vez más temprana, pasando de iniciarse en torno a los 16 a 17 años en países cercanos europeos a mediados del siglo XIX a bajar la edad de presentación antes de los 10 años en la mayor parte de los países de nuestro entorno. Ese avance secular del crecimiento se ha experimentado a la par que se han modificado hábitos de vida y nutricionales, interfiriendo en causas genéticas, ambientales, como la interculturalidad y la exogamia, es decir, el hecho de mezclar diferentes razas y etnias entre sí», explica con detalle Jorge Martínez, pediatra del Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid.

Por otro lado, la tan criticada obesidad y el sobrepeso también tienen que ver. Ivan Carabaño, jefe de Pediatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles (Madrid), subraya que «esto es un hecho constatado, no es ningún mito. De hecho, de forma paralela a la pandemia de la obesidad, observamos que la edad de inicio de la pubertad se está adelantando de forma notoria». Respecto a otro de los mitos sobre «el consumo de determinados alimentos que pudieran venir contaminados por hormonas sexuales, utilizados por la industria para una mayor producción más rápida, no se ha probado. En cualquier caso la normativa legal de nuestro país y de los del entorno aseguran que la alimentación no sea determinante para el desarrollo de este tipo de enfermedades», constata Martínez. En este sentido, García Cuartero apunta que «ante la pregunta: ¿influye la alimentación? Los llamados disruptores endocrinos, entre los que se encuentran diferentes factores en el medio ambiente y la alimentación entre otros, podrían adelantar el comienzo de la pubertad».

¿Por qué?

Saber qué se esconde detrás de ese adelanto de la madurez fisiológica resulta complicado. «La pubertad precoz puede ser primaria (de origen desconocido) o secundaria. Éstas, a su vez, pueden ser centrales (por una activación prematura el factor liberador de gonadotrofinas), periféricas (por secreción autónoma de hormonas sexuales) o combinadas», comenta Carabaño. En este sentido, cabe destacar como lo hace la portavoz de la AEP que «siendo más habitual en las niñas, en ellas se da más frecuentemente un origen idiopático, es decir, no se encuentra ninguna razón para su aparición. Sin embargo, en los niños su desarrollo nos obliga a despistar que exista otra patología orgánica importante como primera causa».

Los médicos tienen claro que los padres han de pasar por la consulta ante signos, no tanto de alarma, pero sí de sospecha. «El inicio del botón mamario en la mujer, en la niña, por debajo de los ocho años es un síntoma de que puede constituir el inicio de esta etapa puberal. En el caso del varón, este hecho lo marca el incremento del tamaño testicular por encima de un volumen determinado (4ml)», especifica Martínez. Además, el pediatra del Niño Jesús distingue entre pubertad precoz y adelantada: «En este momento hay que diferenciar entre una y otra, la segunda es aquella que se produce en una edad comprendida entre los ocho y nueve años en la niña, y entre nueve y diez en el niño. Sin ser patológico, la adelantada, puede tener connotaciones en cuanto al pronóstico en la talla y por ello ser motivo de estudio».

Cabe esperar que en el momento del diagnóstico haya momentos de angustia en los padres, ya que en los pequeños «se busca descartar algunos procesos concretos (tumores del sistema nervioso central, hepáticos, testiculares, teratomas, etc). Hemos de sospechar de estas enfermedades ante la presencia de pubertad precoz en un niño de entre dos y cuatro años de edad con un aumento uni o bilateral del volumen testicular y una llamativa aceleración del crecimiento», apostilla Carabaño. En el momento en el que se tiene esta sospecha, el pediatra de cabecera «pedirá un estudio hormonal específico. En determinados casos, se requiere la realización de pruebas funcionales endocrinológicas, que consisten en la evaluación analítica de diversas hormonas tras la infusión de fármacos. Si sospechamos que puede existir un problema orgánico, recurriremos a pruebas de imagen como la resonancia magnética», añade el pediatra del Hospital Rey Juan Carlos.

Source: A tu salud

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