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    Categories: Economía

Cola de 500 personas para alquilar un piso en Berlín

Lena estudiará el próximo semestre en Berlín y lleva meses buscando piso en el que acomodarse. Día tras días, consulta en vano varias páginas web dedicadas al sector inmobiliario. «Debido al tope de los precios de alquiler, los propietarios no sacan viviendas al mercado y llevo meses viendo los mismos anuncios, todo demasiado caro para mí, y no sale nada nuevo», relata su frustrante experiencia. Cuando esta semana surgió la oportunidad de optar a un piso de dos habitaciones en la Gubener Strasse, en el distrito de Friedrichshain, no lo dudó: tomó un tren desde Hannover y se incrustó en la habitación de estudiante de una amiga para poder asistir a la única cita habilitada para la visita del inmueble.

«En realidad la visita era prescindible porque si me aceptan que lo quedo, sí o sí, ya veré cómo pagarlo, supongo que buscando alguien con quien compartirlo, no será difícil…». Estos eran sus pensamientos hasta que el pasado jueves, a las seis de la tarde, acudió a la visita. Iba con tiempo, el propietario había citado a las 18.30, pero se encontró ya una cola que daba la vuelta a la manzana. Más de 500 personas visitaron esa misma tarde el piso de dos habitaciones, que en Berlín significa un dormitorio y una sala de estar que habitualmente se convierte también en dormitorio en los pisos compartidos.

«Imaginé que habría mucha competencia para conseguir este apartamento, son 850 euros al mes por 63 metros cuadrados y algo así no se encuentra todos los días, pero no imaginé semejante multitud a la puerta», lamenta Lena, que tuvo que esperar bajo la lluvia su turno para entrar y echar un vistazo. Otras dos jóvenes con las que entabló conversación en la cola, Julia de 18 años y Silvia de 19, estaban menos sorprendidas. «Ya nos ha pasado más veces, venimos sabiendo que no podremos vivir ahí porque la competencia es altísima, pero es el primer piso que podemos visitar en meses y no podíamos dejar pasar la ocasión», dice Julia, que desea independizarse y cuenta con los medios, pero sigue esperando la oportunidad de encontrar una vivienda libre. «Una amiga de mi madre, que ha tenido su tercer hijo y se ha comprado una casa en Brandemburgo dejará libre su apartamento el próximo año y creo que esa será la primera oportunidad real que tengamos, porque le he pedido que antes de ponerlo en alquiler me lo reserve», añade Silvia, que comparte plan con su amiga.

Cuando las tres jóvenes, por fin, consiguieron acceder al piso, apareció la Policía. Algún vecino había llamado denunciando una gran concentración de personas que no guardaban la reglamentaria distancia de seguridad por el coronavirus y dos agentes acudieron a ocuparse de la amenaza. «Entraron en el piso, atestado de personas dando vueltas por las habitaciones, pidiendo que por favor se guardase la distancia, pero era todo muy absurdo porque había tanta gente que ni siquiera ellos podías guardar esa distancia”, relatan las chicas.

Los agentes de policía amagaron con desalojar el piso, pero los aspirantes a inquilinos se rebelaron. «Unos imploraban que por favor no les negasen entrar, que llevaban horas esperando en la cola, otros se enfadaban porque la Policía los estuviese tratando como delincuentes cuando solo estaban haciendo algo tan necesario como buscar casa…», siguen el relato. Finalmente, los de uniforme se apiadaron y permitieron que continuasen las visitas con el compromiso de que se guardase la distancia de seguridad y solamente entrasen a la vez diez personas en la vivienda, lo que ralentizó todavía más el avance de la cola.

Limitaciones de precio
En Berlín, los buscadores de vivienda permiten cursar una solicitud a través de internet y, tras una primera selección de solicitudes, se fijan las vistas a la casa. Para este piso, en concreto, había fijadas dos fechas de visita, las tardes del jueves y el viernes. Una vez realizadas las visitas y eliminados los solicitantes que se hayan borrado de la lista, el propietario hace la selección final y elige a cuál de los aspirantes se queda. Este tipo de colas y las esperas indefinidas, en un mercado que hasta solo unos años era fluido, aunque sometido a un aumento de precios exponencial, se han hecho habituales desde que entró en vigor el tope a los precios del alquiler, que ha llevado a muchos propietarios a retirar las viviendas del mercado y ha dado lugar a un mercado negro.

Cuatro economistas del Instituto IFO de Múnich –Mathias Dolls, Clemens Fuest, Florian Neumeier y Daniel Stoehlker– afirman que «los controles de alquiler han dividido la vivienda en Berlín en dos mercados distintos, el más grande, regulado de todos los apartamentos construidos antes de 2014, y el más pequeño, no regulado de edificios relativamente nuevos», a los que se suma un tercer y creciente mercado de pisos que se mueven solamente por el boca a boca, que no se publicitan y que a menudo no están sujetos a contrato, sino apalabrados entre personas que se conocen o con referencias personales.

«Los alquileres en el mercado regulado de Berlín se desplomaron en términos relativos. Pero dado que el exceso de demanda de alquiler tuvo que ir a alguna parte, los alquileres en el mercado no regulado comenzaron simultáneamente a aumentar más rápido que en el resto de capitales alemanas», destaca el último informe del Instituto Ifo. «Por lo tanto, los apartamentos de nueva construcción se han vuelto aún más inasequibles para la mayoría de las personas», agrega.

También se registra una aceleración de la puesta a la venta de apartamentos, ya que estas operaciones son mucho más rentables para los propietarios e interesan a las personas que buscan vivir en la ciudad con estabilidad, pero los precios de mercado siguen siendo altos y dejan fuera a todo un sector de la población que no puede optar a una compra.

La oferta de viviendas en alquiler en el mercado regulado de Berlín se «ha congelado», informa el sitio web immowelt.de. «Como era de esperar, los inquilinos lo suficientemente afortunados como para vivir ya en un piso de alquiler controlado se quedan. Y cada vez que alguien se muda, cuando se muda a otra ciudad, por ejemplo, el propietario tiende a vender la unidad en lugar de volver a alquilarla», comentan en el informe. Hay un 60% menos de oferta y los pisos fuera del control cada vez más caros, según los datos de este portal. «Los topes al precio del alquiler, en la práctica, representan una ganancia inesperada para un grupo de inquilinos: aquellos, ya sean ricos o pobres, que ya están instalados en apartamentos regulados. Al mismo tiempo, perjudican al resto de grupos, especialmente a los jóvenes y a los que vienen de otras ciudades, al excluirlos del mercado».
Source: ABC

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