Las cifras son elocuentes. En el inicio del confinamiento, tras el estallido de la pandemia, el tejido productivo sufrió un duro golpe. Solo entre marzo y abril se destruyeron 91.000 empresas. Casi 60.000 se recuperaron hasta fin de año al calor de la reactivación económica, pero el comienzo de año ha vuelto a ser dramático para el mundo empresarial. La tercera ola y los cierres en restauración y comercio impuestos en muchas comunidades autónomas han supuesto un nuevo batacazo para la mayoría de las economías regionales en este comienzo del año. En solo dos meses se han destruido otras 20.000 empresas, con lo que el balance de un año de pandemia se zanja con la pérdida de más de 48.000 compañías. Y es curioso, además, que en términos porcentuales las peores cifras no afectan a las microempresas o las grandes firmas, sino a las pequeñas y medianas, las que tienen entre 10 y 250 trabajadadores. La reducción en estos casos superan el 6%. Y como no podía ser de otra manera el sector más afectado ha sido el de la hostelería, en el que han desaparecido una de cada ocho empresas; seguido por actividades artísticas y de entretenimiento, donde se han perdido un 10% del total, y el transporte, con una reducción de casi el 8%, según las cifras que ha hecho públicas esta semana Cepyme, la patronal de la pequeña y mediana empresa.
Esta radiografía del sector es una buena muestra de cómo el tejido empresarial español ha sufrido con especial virulencia la crisis desencadenada por la pandemia. El hecho de que las pymes españolas tengan un tamaño inferior al de sus homólogas europeas explica, en parte, ese mayor impacto. De media, una empresa en España tiene 4,7 trabajadores, por debajo de los 5,7 de Francia, los 11 de Reino Unido y los 11,7 de Alemania. Y este menor tamaño las hace menos productivas y resilientes a la situación. Si a esto unimos la cicatería de las medidas aprobadas por el Gobierno español frente a nuestros socios europeos, se explica la situación que atraviesa nuestro tejido productivo.
Las ayudas directas aprobadas el viernes por el Consejo de Ministros, si se aplican con el criterio adecuado y no se malgastan en empresas zombis, y un buen uso de los fondos europeos para hacer la necesaria transformación digital, pueden suponer un punto de inflexión y de esperanza para muchas compañías. El Gobierno, además, debe aprovechar para premiar, en lugar de castigar, el aumento del tamaño de nuestras empresas.
Source: ABC