El punto de partida para abrir las aulas al siglo XXI

Pocos profesores, alumnos y padres olvidarán el último trimestre del curso académico 2019-2020. El Covid puso patas arriba la enseñanza en todos los niveles educativos, pero quizás fue en las primeras etapas de la educación obligatoria cuando el sistema se vio totalmente desbordado. Es en esas tempranas edades de la vida cuando la escuela adquiere todo su valor, porque además de ser el lugar de aprendizaje por excelencia, donde se construyen los profesionales del futuro, es un espacio de encuentro, donde ensayamos las primeras normas de convivencia, donde nos socializamos, donde nos relacionamos con nuestros iguales, donde se viven las primeras experiencias y emociones, donde todos tenemos las mismas oportunidades… algo básico en el desarrollo del ser humano. Pero todo eso se fue al traste entre el 11 y 12 de marzo de 2020 cuando los colegios del país cerraron sus puertas para frenar la pandemia. Aún con todos en casa, docentes, alumnos y padres, la enseñanza no se detuvo en las semanas más duras del confinamiento, un largo paréntesis que destapó las carencias de un sistema educativo sobre el que gran parte de su comunidad lleva años reclamando una profunda transformación, de pies a cabeza. Para muchos ahora ha llegado el momento de afrontar el desafío: construir los cimientos de una nueva escuela adaptada al siglo XXI. Un reto del que se ha quedado muy lejos la reciente ley Celaá, como otras muchas leyes educativas aprobadas a lo largo de la democracia.

Con la experiencia ya vivida de la enseñanza en remoto durante esta pandemia, lo primero que muchos se preguntan es si la nueva escuela sustituirá la educación presencial en Primaria y Secundaria por una enseñanza puramente online. Y la respuesta es unánime: la enseñanza presencial es una prioridad. Los profesores así lo reivindican como reveló la investigación «Panorama de la educación en España tras la pandemia del Covid-19», poco antes de concluir el curso en junio del pasado año. Este estudio que fue realizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) y BBVA, dentro del marco Educación Conectada, donde participaron más de 5.000 docentes y grupos de alumnos y familias, concluye que la presencia en las aulas se concibe como una necesidad porque «garantiza la igualdad, promueve de manera más efectiva el aprendizaje, posibilita mejores explicaciones y atención personalizada y permite desplegar todo el potencial educador de los centros». «Las aulas abiertas aseguran la equidad y calidad en la educación, favorecen el contacto entre iguales y con el profesor», defiende Sonia García, secretaria estatal de Comunicación del sindicato de profesores ANPE.

La comunidad educativa no tiene ninguna duda. «Nadie se plantea que las clases sean virtuales cien por cien ni para siempre», afirma María Zabala, consultora de comunicación especializada en Ética y Ciudadanía digitales. Por muchos motivos: «La escuela es el lugar de aprendizaje de contenidos y de otras competencias que implican estar y convivir con los demás, en igualdad de oportunidades», indica Ainara Zubillaga, directora de Educación y Formación de la Fundación Cotec. «La educación tiene que ver con el encuentro, con el contacto, con vivir determinadas emociones, con mirarse a la cara… y esto no se produce en el contexto de las pantallas», comenta Javier García, director del programa Educación Responsable de la Fundación Botín, que además destaca otro gran papel de los colegios: «En entornos vulnerables, son el primer lugar de detención y prevención de problemas».

«La implantación de aulas virtuales y la digitalización de la comunidad educativa son necesidades»

De la pandemia la escuela ha salido reforzada como institución. Ahora bien, a nadie se le escapa que la del futuro tendrá que ser digital e incorporar las nuevas tecnologías como lo ha hecho el resto de la sociedad. «La implantación de aulas virtuales y la digitalización de la comunidad educativa más que posibilidades son necesidades», afirma Sonia García. Y eso lleva consigo una profunda transformación que conlleva un nuevo rol para el docente, que exige adoptar nuevas metodologías de enseñanza, que dará un giro de 360 grados al contenido curricular y que supondrá un gran salto en la adquisición de nuevas habilidades, ya imprescindibles para el mundo en que vivimos.

Y para alcanzar todos esos retos, un buen punto de partida es la experiencia ya vivida. Durante casi tres meses de confinamiento, los hogares se convirtieron (y todavía lo son) en laboratorios donde se ensayaron las primeras prácticas de la enseñanza y aprendizaje en remoto. Fue cuando se puso al descubierto la brecha digital que ya se venía advirtiendo. La desigualdad en el acceso a internet y a las TIC tanto de centros y profesores como de familias y alumnos ha resultado una gran debilidad. Precisamente, el estudio de la FAD revela que la falta de dispositivos (portátiles, tablets…) del alumnado y la necesidad de disponer de plataformas y materiales adecuados para el aprendizaje en línea es una de las grandes preocupaciones de los profesores. «La revolución tecnológica ofrece una serie de potencialidades, pero requiere inversión y esfuerzo y no lo habíamos realizado. Hay que meter inversión, reflexión y cariño al sistema educativo», asegura Fernando Trujillo, el coordinador de este estudio, profesor de la Universidad de Granada e investigador de un grupo de trabajo del JRC (Joint Research Centre, de la Comisión Europea).

No solo se trata de disponer de conectividad y de dispositivos electrónicos. Con eso no se supera la brecha digital. La falta de formación en la gestión y conocimiento de las TIC, en cómo darlas el uso apropiado, en qué momentos, para qué contenidos… ha desbordado a familias, alumnos y profesores. «Se ha puesto de manifiesto la escasa atención que se ha prestado al desarrollo de la competencia digital», considera Sonia García.

«Los docentes han visto que las Tic aportan cosas positivas y no es tan complicado usarlas»

«Los padres se vieron superados porque no sabían gestionar las plataformas», recuerda Zabala. Y aunque creamos que las actuales generaciones de estudiantes son nativos digitales, la pandemia ha desvelado que estamos equivocados. «Saben jugar a videojuegos, pero no saben descargar un archivo en PDF, o convertirlo a Zip… Valoran cualquier blog como un medio de comunicación serio. Copian y no citan las fuentes. No saben comportarse en una clase online, ponen el micrófono cuando no les toca, desactivan la cámara para que no se les vea… », cuenta Zabala. Tampoco los profesores lo han tenido muy claro: «No se trata de hacer un blog y actividades interactivas, sino ser profesor a través de una pantalla, con lo que eso significa enganchar al alumno y mantener una clase atractiva. No se trata de reproducir online lo que se hace en clase presencial, porque los alumnos se desconcentran. Muchos centros reproducían la jornada de cinco horas delante de la pantalla, mandaban tareas y hacían un encuentro virtual para resolver dudas con el docente. No había una estrategia pensada», considera Zabala.

Y todo eso tiene que cambiar. La pandemia ha constatado que las TIC y la digitalización son grandes aliados para enseñar y aprender, una herramienta más como un libro, un lápiz o un rotulador o una calculadora. «Los docentes han visto que aportan cosas positivas y que no es tan complicado usarlas. Los alumnos las pueden utilizar en el colegio trabajando con el profesor, en la biblioteca, o en casa, haciendo deberes o un trabajo en grupo», indica Zubillaga. No tiene marcha atrás. «Entramos en una etapa híbrida en la enseñanza. La incorporación de las TIC en el alumnado tiene que hacerse de forma gradual y dependiendo de la edad. Está claro que en Infantil se tiene que trabajar lo manipulativo, lo afectivo y lo social. En Primaria introducirlas en algunas materias. Y en Secundaria debería darse una educación híbrida», asegura Trujillo.

Los desafíos
Muchos expertos consideran que para integrar las TIC en la enseñanza tanto presencial como online hace falta una estrategia nacional. Y eso conllevaría otras reformas, como argumenta Zubillaga. «El currÍculo está desbordado de contenido», dice. «Debe actualizarse a las necesidades que tenemos en el mundo de hoy. Incorporar las cuatro C, recogidas por la UE: comunicación, colaboración, capacidad de pensamiento crítico y creatividad para aprender de otra manera», explica Remedios Orrantia, presidenta de HAZ (Alianza por la Educación) y de la Fundación Vodafone España. «La nueva escuela tendría que incorporar la adquisición de habilidades blandas. No podemos formar estudiantes muy bien preparados pero socialmente frágiles y que no puedan afrontar las incertidumbres que surjan. La música, las artes plásticas, el trabajo por proyectos, nuevas pedagogías… son medios para adquirir esas habilidades. La educación tiene que estar centrada en preguntas y no tanto en respuestas, en la experiencia y no tanto en teoría, en las artes para desarrollar sensibilidades, donde los tiempos no sean fijos y rígidos y así poder atender maduraciones diferentes», cree Javier García. Además, habría que «replantear la formación del profesorado y su carrera profesional, los procesos de selección, así como revisar la capacidad de los centros para liderar proyectos: los directores no pueden elegir a sus propios equipos para poner en marcha iniciativas nuevas», añade Zubillaga.

Todos creen que ha llegado el momento. «Ahora tenemos la oportunidad de hacer un cambio real. Por primera vez hay un consenso social: existe la necesidad social de que hay que hacerlo, el sector privado ha dado un paso hacia adelante y tenemos los fondos de recuperación», asegura Remedios Orrantia. De hecho, el Plan de Nacional de Competencias digitales recoge la digitalización de la escuela, mediante el despliegue de infraestructuras, la formación de profesores, técnicas educativas, refuerzo de las vocaciones STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) e integración del pensamiento computacional desde las fases iniciales de la educación. ¿Será suficiente para dar el gran salto a la escuela del siglo XXI?
Source: ABC

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