La emergencia económica y la economía de la emergencia

La economía mundial, a causa de la confrontación arancelaria y del largo ciclo económico positivo, aunque ralentizaba, daba una cierta sensación de tener todavía capacidad de crecimiento. La economia europea, aunque lejos de recuperar los niveles de 2007, hacía pensar en un crecimiento pequeño pero positivo y a una posible mejora a medio plazo, a pesar del Brexit y la presión de EE.UU. y China sobre la balanza comercial.

De repente como en un thriller, o mejor dicho una película de terror, aparece en el horizonte el llamado cisne negro. Ahora que el cisne es negro nadie lo duda. Al principio, no obstante, algunas advertencias de los vigías, los políticos y, sorprendentemente, algunos expertos, veían el cisne blanco o gris.

Como en experiencias pasadas no hemos conseguido prevenir el cisne negro. Siempre nos sorprende, siempre reaccionamos cuando es demasiado tarde. Este cisne negro que se llama Covid-19 ha generado unos efectos devastadores.

Una pandemia siempre es dramática porque se lleva por delante a muchas vidas pero es más dramática si la falta de preparación y los errores llegan a generar una emergencia sanitaria tan fulminante que para pararla no queda más que la parálisis, el confinamiento y el bloqueo de todas las actividades.

Un bloqueo totalmente desconocido para nuestra generación y que es insostenible para la economía de cualquier institución publica o privada. La consecuencia es que desde la emergencia sanitaria hemos pasado rápidamente a la emergencia económica.

Una emergencia económica profunda para todos. Este año la facturación de la mayorías de las empresas caerá verticalmente. Un número importante de empleados están en ERTE, otros han están en paro y otros en los próximos meses arriesgan el puesto de trabajo. Muchos autónomos han tenido que interrumpir forzosamente su actividad. Sectores como el turismo, hostelería, bares, restaurantes, teatros, cines, museos, tiendas, compañías aereas, transportes en general han tenido que parar completamente. Los Estados no recaudarán el nivel de impuestos presupuestados con una caída del PIB de hasta dos dígitos.

Una clarísima emergencia económica generalizada para toda la sociedades y para todos los países. Esto es un hecho, como es un hecho que nadie por sí solo está en condición de resolver los tantos problemas que están sobre la mesa.

Hoy más que ayer la solidaridad, la colaboración, la cooperación, la unión y la responsabilidad son esenciales. Si en Europa la solidaridad entre los países será determinante, si los fondos comunes, espero conspicuos, están a disposición de los países miembros, si su uso está acompañado de un plan compartido que compense la forzada inactividad y estimule la economía para relanzarla, en cada país miembro lo que será fundamental es un amplio pacto de estado y una nueva colaboración público-privado.

Desde la emergencia económica el camino a una economía más sana y más sólida pasa por una economia de emergencia y esta es la fase más delicada. La economia de emergencia tiene que curar heridas profundas pero con el fin de volver a andar y luego a correr.

La economía de emergencia no es recortar gastos. Es ser más eficientes, optimizar los recursos y destinarlos a la inversión y a la recuperación. Es utilizar los fondos europeos para compensar el impacto de los tres meses de inactividades económicas y estimular la economía, es atraer capitales (no hacerlos huir).

La economía de emergencia no es crear más rigidez en el sistema laboral o presionar más con impuestos a los ciudadanos o a las empresas. La economía de emergencia es animar a los ciudadanos y a las empresas con impuestos más bajos y con más flexibilidad laboral para que la rueda del trabajo, del empleo, de la producción y del consumo vuelva a girar.

El dinero del Estado no es que los ciudadanos y las empresas paguen mayores impuestos. Esto provocaría menos empleos y menos consumo. Menores consumos y mayores impuestos para las empresas significan menores facturaciones, menores beneficios y menores inversiones. El resultado final serían menores ingresos de IVA y de impuestos para el Estado.

Esta es la razón por la cual los gobiernos tienen que estar muy atentos a las decisiones que tomen. Ahora más que nunca las decisiones de un Gobierno pueden ayudar al país a repartir o pueden hundirlo y meterlo en una crisis todavía más profunda y larga.

Espero que los gobiernos y los parlamentos en este difícil momento sientan la responsabilidad de salvaguardar el interés general y no el personal o lo del propio partido.

También espero que el dinero público y lo que se utilizará de los fondos europeos no sea un gasto, sino una inversión. Es decir, espero que se utilice para medidas que sean productivas de efectos económicos positivos. En estos momentos cualquier paso falso puede comprometer el futuro de un país, de sus ciudadanos y de su actual clase política
Source: ABC

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