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Granada, el arma de Huawei en la «guerra tecnológica» con EE.UU.

Atravesando prados con el verdor de Inglaterra bajo una llovizna incesante, un tranvía rojo deja atrás un palacio francés como el de Versalles y pasa junto a un castillo alemán parecido al de Heidelberg antes de cruzar un puente del que sobresalen dos torres checas, iguales a las que se pueden ver en Bohemia. Pero no estamos en Europa, sino al sur de China, en el corazón de la «fábrica global» en la provincia de Cantón (Guangdong). Y esto no es un parque de atracciones con copias de edificios europeos, sino un complejo de tecnología punta.

Entre las factorías de Dongguan, epicentro de las manufacturas chinas, el gigante de las telecomunicaciones Huawei ha construido su nuevo campus de investigación y desarrollo (I+D) a una hora por carretera de su cuartel general en Shenzhen, megalópolis plagada de empresas tecnológicas fronteriza con Hong Kong. Alrededor de un lago artificial, en sus 140 hectáreas están ya terminados ocho de sus doce pueblos con arquitectura europea. Los comunica un tranvía eléctrico suizo cuyas dos líneas suman ocho kilómetros. Junto a coches eléctricos como los de los campos de golf, es el único medio de transporte permitido en este campus ecológico, que persigue crear un ambiente de trabajo agradable y creativo para sus 18.000 ingenieros. En el futuro serán 25.000, casi un tercio de los 80.000 que trabajan para la compañía, líder en equipos para operadoras telefónicas y una de las principales marcas de móviles junto a Samsung y Apple.

Ideado por el fundador de Huawei, el antiguo ingeniero militar Ren Zhengfei, el campus de Cuerno de Buey – o Pueblo Europeo, como lo llaman los empleados –, ha sido diseñado por el estudio de arquitectura japonés Nikken Sekkei en colaboración con la firma china Adayo y ha costado, según algunas informaciones, 10.000 millones de yuanes (1.300 millones de euros).

El resultado: un monumental parque adornado por estatuas clásicas con imponentes construcciones inspiradas en ciudades de rico patrimonio artístico como París, Bolonia, Verona, Friburgo, Brujas o Granada. De la capital andaluza hay «prestados» edificios de estilo mudéjar y uno que imita al Palacio de Carlos V en la Alhambra. Más allá de su valor estético, tras sus muros marrones de piedra con columnas en bajorrelieve se esconde un importante arma de Huawei en su «guerra tecnológica» con Estados Unidos, que la ha vetado por sus sospechas de espionaje para el autoritario régimen chino. Se trata de uno de sus centros de desarrollo de microchips, cruciales para el futuro de la compañía porque sus teléfonos móviles y aparatos electrónicos dependen de ellos.

Dentro de la guerra comercial con China, la Casa Blanca incluyó a Huawei en su «lista negra» en mayo y prohibió a las firmas tecnológicas estadounidenses, como Intel, Qualcomm o Google, seguir suministrándole microchips y programas, como el sistema operativo Android de sus móviles. Aunque Trump acordó una moratoria con el presidente chino, Xi Jinping, en la cumbre del G-20 en Japón a finales de junio, la amenaza pende sobre Huawei, que busca su autosuficiencia para no depender de sus proveedores norteamericanos.

«Por supuesto que ha tenido influencia en el trabajo. Es un poco como una guerra, ya que tenemos muchos retos y nos obliga a trabajar más», dice uno de los ingenieros eléctricos de Granada, Ma Fei, que lleva cinco años en la compañía y ocho meses en el nuevo parque. Aunque asegura que «el ambiente de trabajo es más agradable aquí», también reconoce que, debido a los problemas con EE.UU., su jornada laboral suele alargarse. «En teoría es de nueve a seis de la tarde, pero muchos días acabamos a las nueve de la noche», cuenta resignado. Cada día, Ma Fei se desplaza en autobuses de la compañía desde Shenzhen. Además, Huawei también ha construido en el nuevo campus más de 2.200 apartamentos, que alquila a sus empleados por 3.000 yuanes (392 euros), por debajo de los entre 4.000 y 5.000 yuanes (entre 520 y 650 euros) que marca el mercado.

A las puertas del centro de investigación de microchips, un cartel amarillo recuerda que es una zona confidencial donde no se pueden hacer fotos ni entrar con ordenador ni memorias extraíbles. Todo con tal de mantener en secreto las investigaciones de Huawei en este campo, decisivo en la pugna tecnológica que mantienen EE.UU. y China. «Nuestra industria de chips se está actualizando y ya estamos al mismo nivel en muchos aspectos», señala otro ingeniero informático, Chen Liang, en cuyo departamento del Palacio de Carlos V trabajan unas 300 personas. La industria china de microchips, que va por su sexta generación, empezó a equipararse a la estadounidense y la europea a partir de la tercera, en 2012. Desde entonces no ha hecho más que mejorar, pero el fundador de Huawei, Ren Zhengfei, quiere seguir contando también con sus proveedores americanos siempre y cuando Trump se lo permita. De igual modo, prefiere seguir usando en sus móviles el sistema operativo Android de Google pese a haber creado uno propio, llamado Hongmeng, que está más enfocado en la industria y el internet de las cosas.

A pesar del veto de EE.UU., los ingresos de Huawei subieron el primer semestre de este año un 23,2% hasta los 401.300 millones de yuanes (52.300 millones de euros), anunció el martes su presidente, Liang Hua, quien detalló que los beneficios netos habían aumentado un 8,7%.

Por negocios, el que más dinero aportó volvió a ser la venta de aparatos electrónicos al pequeño consumidor, sobre todo teléfonos móviles. Con una facturación de 220.000 millones de yuanes (28.672 millones de euros), generó el 55% de los ingresos, ya que se vendieron 118 millones de «smartphones». Todo ello a pesar de que sus ventas en el mercado internacional cayeron más de un 40% tras la inclusión de Huawei en la «lista negra» de la Casa Blanca. «Hemos recuperado un 80% de las ventas que teníamos antes de esa fecha», señaló Liang Hua, quien reconoció «un impacto en el negocio de consumidores por la prohibición de EE.UU., pero no ha sido muy fuerte y no hemos parado ni un solo día nuestra cadena de producción».

En equipos para las operadoras de telefonía, Huawei facturó 146.500 millones de yuanes (19.100 millones de euros). A la vanguardia de la nueva tecnología de internet 5G, ha firmado 50 contratos y servido 150.000 estaciones base. «El desarrollo del 5G no se ha visto afectado por la prohibición de EE.UU. porque estábamos preparados. Desde entonces, hemos firmado once contratos de esta tecnología», detalló Liang Hua. Aunque aseguró que «las cosas dentro de la compañía están tranquilas y los empleados se centran en su trabajo y en servir a los clientes», admitió que «esperamos un impacto en el segundo semestre, sobre todo en el mercado extranjero».

Preparándose para la batalla, en las cafeterías del nuevo campus, que son de la cadena italiana Illy y no de la estadounidense Starbucks, hay libros ensalzando a la empresa y criticando a EE.UU., como «La trampa americana», para motivar a los trabajadores. Decorados con un faro, los vasos de plástico recuerdan a su vicepresidenta e hija del fundador, Meng Wanzhou, detenida en Canadá por una orden de extradición pedida por EE.UU. por, presuntamente, violar las sanciones contra Irán. «Esperando que el barco regrese pronto», dice el mensaje.

Para hacer frente a los tiempos difíciles que se avecinan, el presidente de Huawei apostó por invertir 120.000 millones de yuanes (15.600 millones de euros) en centros de investigación como el de Granada en su nuevo campus. Tal y como concluyó, «estamos luchando por sobrevivir y también por nuestro crecimiento».
Source: ABC

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