¿Por tercera vez?

Cuando se repasa la historia económica de España, parecía que la Guerra Civil había dividido radicalmente la política económica que defendía el socialismo. Allí quedaban posturas como la reforma agraria, como la colectivización de las empresas, como de la admiración -no de un Prieto, pero sí de un Largo Caballero- por la política económica de la URSS y su apoyo a situaciones tan violentas como las de 1919 o las de 1934. Todo eso quedó atrás y también la salida del marxismo. Pero al buscar un amparo en la política económica lo vincularon a algo así como una vulgarización de planteamientos keynesianos que Keynes no habría respaldado nunca que prosperaban en la Europa de posguerra, y que en Francia parecían respaldar la victoria socialista de Mitterrand.

A pesar de que los economistas ya debatían cuestiones relacionadas con la curva de Phillips, y no digamos con la de Laffer en Hacienda, tras la ruptura con el planteamiento marxiano del PSOE en Toulouse, y no digamos en Madrid, ese nuevo sendero, con el triunfo de Felipe González, se impuso en España. Su inmediato fracaso fue monumental. Con la victoria electoral y la puesta en marcha del nuevo modelo, la tasa porcentual de paro -que era en 1982 el 16,6% al abandonar el poder Calvo Sotelo-, alcanza el 22%, en 1995, en la despedida del Gobierno de Felipe González.

La lección, a pesar de lo que sobre esto había señalado, por ejemplo, Friedman y Fuentes Quintana, no debió haberse aprendido en la siguiente llegada al poder de Rodríguez Zapatero en el año 2004. Se volvió a los planteamientos expansivos del gasto y el motivo nos lo explicó Schumpeter en «Capitalismo, socialismo y democracia», al escribir que el socialismo «busca de modo incansable, el aplauso popular y su logro a corto plazo». El resultado de esa nueva orientación de la política económica, al combinarse, con una seria crisis mundial, fue que Rodríguez Zapatero generó un cataclismo en los datos de paro y PIB por habitante: el mayor ocurrido tras la Guerra Civil.

Y he aquí que cuando vemos las propuestas presupuestarias del posible triunfo del PSOE, que pone en acción Sánchez, en herencia de las dos anteriores, y con el mismo apoyo sindical, es lógico el miedo que ha aparecido entre los economistas, y por supuesto en los empresarios. Porque, además de 1982 y de 2004, ¿por tercera vez va a tener España que observar que Schumpeter tenía razón?
Source: ABC

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *