Siempre he defendido, por mi experiencia profesional y política, el papel cardinal de la industria en nuestro sistema sanitario. Lo creo así por su protagonismo en el desarrollo de innovaciones terapéuticas, por los puestos de trabajo que genera, por su aportación al producto interior bruto del país, por su capacidad para dinamizar la investigación biomédica…
El anterior Gobierno compartía esta visión y fruto de ella impulsó un acuerdo marco con la Asociación Nacional Empresarial de la Industria Farmacéutica a finales de 2015 tanto para facilitar una respuesta satisfactoria a las necesidades farmacéuticas de los ciudadanos, como para favorecer la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud (SNS).
Este acuerdo fue renovado en diciembre de 2016 y diciembre de 2017, pero ahora, tras el cambio de Ejecutivo acontecido el pasado mes de junio, parece que la prórroga del mencionado acuerdo está en el aire, con la consecuente puesta en riesgo de las sinergias pasadas, presentes y venideras entre la Administración y la industria.
El contexto social, demográfico y epidemiológico de nuestra sociedad, así como la realidad presupuestaria existente, invitan a pensar que lo adecuado sería no sólo renovar de nuevo el mencionado acuerdo, sino que la fórmula fuese replicada con la industria de los genéricos y la de los biosimilares. Es más, debería hacerse lo propio con las empresas de tecnología sanitaria para iniciar la renovación del equipamiento en todo el SNS que planificó el anterior Ministerio de Sanidad.
La suma de esfuerzos, de voluntades, de intereses y de recursos se antoja imprescindible para que el Sistema Nacional de Salud siga siendo un referente internacional por sus resultados tanto en términos asistenciales como en optimización de recursos.
El actual Gobierno parece tenerlo claro en la teoría, pero más allá de las palabras, la renovación del acuerdo con la industria farmacéutica innovadora es una oportunidad mejor que buena para demostrarlo con hechos.
Source: A tu salud