Una tormenta perfecta para emprendedores

He sido emprendedor prácticamente toda mi vida profesional y hace más de 15 años que monté mi primera compañía. Emprendí, a golpes, cuando en España los términos startup y «venture capital» estaban fuera del vocabulario de los jóvenes, de las empresas, de las universidades. O de mi familia.

Justo ahora, hace unos meses, he dejado de serlo para pasar al otro lado, a la gran corporación. Y desde aquí veo con claridad que éste es el mejor momento para ser emprendedor de toda nuestra historia reciente.

El emprendimiento es ahora una opción muy válida, aún compleja, pero bien vista, más factible y, por qué no, mucho más «cool». Eso sí, emprender es un camino complejo y arduo que exige pasión, conocimiento y suerte a partes iguales.

Hoy las administraciones tienen a los emprendedores en su agenda, al menos en sus grandes titulares. Aunque queda conocer la letra pequeña de las medidas y en qué van a concretarse, es destacable que el presidente del Gobierno haya clausurado el South Summit hablando de España como una «startup nation». Y las compañías como Telefónica -y muchas otras- los apoyan, los integran y se centran menos en el show y más en la generación de negocio conjunto.

El talento y la disrupción tecnológica se encuentran ahora en todas partes. Incubadoras, aceleradoras, «business angels», fondos, emprendedores y gobiernos, todos han entendido que la reinvención perpetua es el único camino. Como muestra, el auténtico festival del emprendimiento y la innovación que ha sido Madrid esta semana con la celebración de encuentros cada vez de más calado como In3 y el mencionado South Summit, el más multitudinario y exitoso hasta ahora.

La financiación, siempre difícil, comienza a ser más accesible para los buenos proyectos. Las fronteras geográficas se diluyen y las startup tienen acceso a perfiles con experiencia global de otros países, aunque necesitamos atraerlos con más que sol, sangría y playa. Y, poco a poco, se crean conexiones con otros grandes hubs de emprendimiento, más allá de los clásicos como Silicon Valley o Israel.

Los ecosistemas emprendedores viven ciclos de crecimiento y maduración de unos cinco años, mimetizando el nacimiento, creación y venta de sus startup. Y cada vez que termina uno, el siguiente es más potente, con emprendedores experimentados, más fondos y talento que pueden llevar compañías a escala. Tenemos que tener paciencia, sabiendo que Estados Unidos nos lleva más de diez ciclos de ventaja, pero estamos reduciendo la distancia en el camino correcto.

A las grandes compañías nos toca aportar un valor tangible a los emprendedores que no es otro que la generación conjunta de negocio. Y, para lograrlo, necesitamos habilitar una interfaz fluida hasta el final, desde la tecnología, hasta procesos y personas, que trabaje como traductor entre dos sistemas que no se entienden naturalmente.

Esto no es fácil, por supuesto. Por eso desde Telefónica trabajamos más duro que nunca en habilitar y empoderar a los emprendedores para que colaboren con nuestras unidades de negocio locales y globales, mientras fomentamos un cambio de la cultura interna, para que toda nuestra organización sea capaz de asumir más riesgos.

Las startup fundamentalmente anhelan clientes y validación de mercado, y esto es lo que una gran empresa puede ofrecer: escala. «We scale startups» es nuestro nuevo lema. Podemos ayudar con conocimientos técnicos, acceso a los canales, a socios y clientes y con nuevas formas de hacer negocio conjuntamente. También podemos dar acceso a nuestras plataformas globales, desde IoT (Internet de las cosas) hasta nuestros routers inteligentes a través de APIs abiertas y conectarlos con más de 300 millones de clientes en todo el mundo. Y, por supuesto, podemos ser ese gran cliente corporativo que marca la diferencia.

Tenemos que ser capaces de convivir con el fracaso y «atrapar» nuestros errores para convertirlos en lecciones. Las startup transforman de verdad nuestras corporaciones y, con ello, los mercados. Y la gran noticia para el emprendedor es que ahora ya nadie lo duda: o cooperamos o nadie gana.
Source: ABC

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