«No hay ninguna unidad de dolor infantil con las características y la dotación adecuada»

– La capacidad para percibir el dolor de los más pequeños ¿difiere en algo de la de los adultos?

-El sustrato fisiológico para percibir el dolor ya está presente incluso antes del nacimiento, es decir, que las bases biológicas ya existen. Es verdad que puede ir cambiando, porque hay otros factores más allá de los físicos que modulan la percepción del dolor, y lo que podemos ver es que a medida que nos hacemos mayores se informa de mayor dolor, por tanto la percepción es que sí que varía.

– Históricamente el dolor infantil ha recibido menos atención que el de los adultos. ¿Por qué?

-No hay una única respuesta. Durante muchísimo tiempo se pensó que los niños no podían percibir el dolor o, si lo percibían, los efectos que tenía en ellos eran escasos o menores que en adultos, entonces no era tan relevante interesarse por ese problema. Quizás también han podido intervenir cuestiones económicas, pero si tuviera que escoger alguno de los posibles factores como hipótesis que lo explique sería la creencia errónea de que los niños no podían percibir dolor. Hasta mediados de los ‘80 muchos hospitales del mundo hacían intervenciones quirúrgicas en menores de dos años sin ningún tipo de anestesia. Esto ha cambiado fruto de los estudios que confirman que los niños pueden experimentar dolor (y que sus efectos son duraderos en el tiempo) y de la acción de la sociedad.

-¿Qué consecuencias puede acarrear una mala atención del dolor en la infancia, más allá de las obvias?

-A todos los niveles. Tenemos que pensar que en esos momentos del desarrollo se está configurando el yo de la personalidad, y el hecho de tener dolor constantemente puede acabar provocando cambios incluso en la configuración de la personalidad. Ansiedad, depresión e incluso el miedo son muy frecuentes en un dolor que no está bien controlado. La relación con los demás se ve alterada, hay problemas de atención, de percepción, de memoria, la falta de sueño contribuye a la fatiga. Estos niños en ocasiones se vuelven poco sociables porque muchos compañeros (no todos), no entienden qué les sucede, porqué se queja constantemente y recibe un mejor trato de los adultos. Y, a largo plazo, un dolor mal controlado en estas etapas del desarrollo puede acabar provocando dolor y discapacidad en la edad adulta.

-¿Hay unidades de dolor infantiles?

-No hay unidades dotadas con los recursos que sí existen para el dolor crónico en adultos. Sí que hay algunas que, por necesidad o por el empuje de quien la dirige, han acabado incorporando el dolor crónico al tratamiento de niños con este problema. Es el caso de la Unidad de Dolor Infantil de La Paz de Madrid que dirige el doctor Reinoso. Pero no existe ninguna, hasta donde yo sé, con las características y la dotación que la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (AIED) dice que deberían tener las unidades multidisciplinares.

-Entonces, ¿qué pasa con estos niños?

-Que las mamás, que son las que generalmente se ocupan del cuidado de la salud de los niños, se encargan de buscar profesionales que puedan solucionarles el problema. En general lo que sucede es que hay algún profesional (pediatra o fundamentalmente un anestesiólogo pediátrico) interesado por el tema del dolor que está coordinado con otros profesionales sanitarios que, a modo de interconsulta, van viendo qué es lo que sucede. Pero eso no es lo óptimo. En estos momentos los protocolos de la AIED dicen que los programas para el control del dolor crónico infantil deberían ser multidisciplinares, lo que implica no sólo múltiples disciplinas sino que se trabaje desde un modelo que debería ser de orientación cognitivo-conductual, y esto, insisto, no es lo que sucede habitualmente. Nosotros en el hospital San Juan de Reus tenemos el que creo es el único programa para el tratamiento cognitivo-conductual que existe en el país fruto de la investigación y de un interés muy especial mío y de mi equipo.

-En la Universidad Rovira i Virgili han realizado un estudio sobre la situación del dolor crónico en niños en España. ¿Cuáles han sido las conclusiones?

-Por una parte se observa que no hay programas de tratamiento multidisciplinar como aconsejan las guías clínicas. El tratamiento de elección en este caso no está disponible en España y esto es grave, por eso alguna cosa se tendría que hacer al respecto. Otra de las claves es que los profesionales que han participado en el estudio informan de que no tienen formación suficiente para atender la demanda de los problemas que ven en consulta y de la falta de apoyo por parte de los sistemas de salud. Sin embargo, observamos que están muy interesados en intentar superar estos problemas, que les gustaría tener mayor formación. Comparado con estudios anteriores la actitud que tienen acerca del dolor infantil ha mejorado.

-El estudio propone la creación de una estrategia nacional para menores. ¿Cuáles serían sus líneas básicas?

-Parte de la hipótesis de que sí se dispone de esta guía es más fácil que se llegue a implementar. Pero la información de qué se debe hacer y cómo ya está disponible, no vamos a inventar nada nuevo. Lo que proponemos es adaptar las directrices a nivel internacional a nuestra realidad. Es cierto que en algunos países configurar unidades interdisciplinarias puede ser más fácil porque el modelo de atención sanitaria puede ser distinto, pero disponer de las guías ha de servir para que nadie se pueda escudar en el desconocimiento.

PERFIL

-Doctor en Psicología. Catedrático de Psicología de la Salud en la Universidad Rovira i Virgili e Investigador distinguido ICREA-Academia. Director del Máster en Psicología -General Sanitaria en dicha universidad.

-Coordinador del Grupo de Trabajo de Dolor Pediátrico de la Sociedad Española del Dolor y de la Red Iberoamericana para el Estudio y Tratamiento del Dolor Infantil.

-Ha recibido diferentes premios por su actividad investigadora sobre el dolor.

Source: A tu salud

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