A la espera del «gran cometa» económico

Una de las predicciones correctas más espectaculares de la historia fue la del astrónomo inglés Edmund Halley, que en 1705 afirmó que un gran cometa volvería a la tierra en 1758. Muchos dudaron de Halley, pero el cometa regresó en esa fecha. De la misma forma que los cometas pasaron de ser un fenómeno impredecible, un presagio de los dioses, a ser percibidos como un acontecimiento del todo predecible y habitual, los pronósticos económicos serios no son una actividad esotérica y la perspectiva de que se aproxima un final de ciclo de la recuperación en España y en el mundo no es debido a un prodigio, sino a hechos concretos.

Al terminar 2018 pudo verse que el crecimiento de España de los últimos años ha sido continuado, intenso y superior al de la Eurozona y al de Estados Unidos. Si, por un lado, se recuperó la renta real de 2008, la tasa de paro supera al 15%. Se han creado dos millones y medio de puestos de trabajo desde el primer trimestre de 2014, pero todavía faltan un millón de empleos para igualar a los de 2008.

El paro en España sigue siendo un problema estructural que se arrastra desde hace nada menos que tres décadas. Cualquiera que se haya incorporado al mercado de trabajo en la década de los años ochenta o intenta hacerlo hoy, lo sabe.

Además de este muy grave problema, la economía española muestra dos flancos vulnerables para el futuro inmediato, un periodo para el que los bancos de inversión e instituciones económicas prevén una desaceleración fuerte en 2019, pero mayor aún en 2020. Incluso estiman para Estados Unidos una recesión más parecida a la de 2001 que a la de 2008-2009. Todo esto sin tener en cuenta aún el efecto que generará en Francia y en la Eurozona las medidas adoptadas para revertir el movimiento de protesta de los «chalecos amarillos».

La razón de este descenso se encuentra en una caída del comercio global, un 2,9% en 2019 y un 1,1% en 2020, por lo que el motor principal del crecimiento mundial será la demanda doméstica.

El primero de esos flancos es el elevado endeudamiento externo, que obliga a la economía española a depender en exceso de los mercados financieros internacionales y de la política monetaria europea.

La deuda bruta externa está en el 168,8% del PIB; el FMI considera que hay riesgo más allá del 100%. De ese total, la deuda pública está en el 98% y no va a ser fácil aumentarla y tampoco será barata. El BCE tiene el 22% del total, pero está ya en retirada, por lo que a medio plazo tendrán que aparecer otros compradores y habrá que pagar intereses más elevados. A pesar de ese alto nivel, hay que señalar que desde 2012 familias y empresas han reducido su deuda con el exterior y con el sistema financiero en un 50% del PIB, mientras que el sector público pasó del 38% del PIB en el 2008 al 98% actual. Un esfuerzo dispar.

La posición de inversión internacional neta, es decir, todos los activos menos los pasivos residentes españoles frente al resto del mundo es del -80%; la Unión Europea considera que hay riesgo a partir de -30%. La deuda pública en manos de extranjeros es del 45% del total. Con ese nivel, un excesivo nerviosismo en los mercados financieros, algo que ya se vivió en 2012, nos lo haría pasar muy mal.

El segundo, como bien ha destacado el Círculo Cívico de Opinión, es la dependencia energética, que sitúa el saldo exterior, así como la capacidad para desendeudarse, en manos de la evolución del precio del petróleo, una variable que España no va a controlar.

En un contexto de desaceleración, cabe todavía cierto margen para actuar, pero no demasiado. Por un lado, la reducción del ritmo de crecimiento en nuestro país es suave y compatible con la creación de puestos de trabajo, según el Banco de España, que sitúa la tasa de paro en el 2020 en el 11,9%.

Sin embargo, dado que el crecimiento potencial hasta 2022, es decir, el que se logra utilizando todos los factores productivos sin generar desequilibrios, se ha estimado en una tasa anual inferior al 1,5%, y la economía española crece por encima, poca mejora cabe ya.

Como por el lado de la demanda hay poco que hacer, queda la opción de aumentar el potencial del crecimiento de la economía. Esto va a obligar a las empresas a moverse, y eso incluye procesos de consolidación, reestructuración, transformación y capitalización, entre otros, y a que los partidos políticos asuman la realidad y simplifiquen la asfixiante normativa que regula la actividad privada. Existen 2.700 normas de distinto rango y diferentes niveles de gobierno, que se oponen a la Ley de Unidad de Mercado. Su eliminación es de carácter voluntario para el órgano que la ha establecido, pero la Constitución, los estatutos y las transferencias han creado un sistema tal de reparto de competencias, que se ha formado una madeja que nadie parece saber desenredar.

Para los tiempos que vienen se necesita no equivocarse en la política económica, frenar las tensiones territoriales con Cataluña, cuyo gobierno autonómico no hace más que perjudicar y perjudicarse, y evitar el riesgo de parálisis que produce la fragmentación política. Las personas con ideas partidistas, como los políticos profesionales, son demasiado orgullosos como para cambiar sus opiniones cuando los datos son incongruentes con su teoría del mundo; justamente, lo que ahora sucede. Ahí están los datos y es urgente darse cuenta.

Los astrónomos dicen que el cometa Halley volverá a la tierra el 28 de julio de 2061. Mejor que haya cambios sensatos mucho antes de esa fecha.
Source: ABC

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