Italia se asoma al precipio justo cuando el BCE comienza a retirar la red

Italia vive días cruciales. Preocupan sus cuentas, su abierto desafío a la Unión Europea y la pérdida creciente de credibilidad. Este viernes los periódicos destacaban un encuentro reservado que mantuvieron el miércoles el presidente de la República, Sergio Mattarella, y el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, en el Palacio del Quirinal. Con la prima de riesgo por las nubes, en las proximidades de los 300 puntos, Draghi ha querido expresar personalmente a Mattarella su inquietud por los presupuestos del Estado y los riesgos que corre Italia en el caso de que se desate en los mercados un ataque contra los títulos de deuda pública, con un aumento aún mayor de la prima de riesgo y de los tipos de interés que podrían situarse en niveles insostenibles para Italia.

El presidente del Banco Central Europeo, que en los últimos tiempos ha hecho algunas advertencias públicas a Italia, considera que el Gobierno populista italiano está infravalorando el contexto en el que se han elaborado los presupuestos, cuyos datos finales se conocieron en la noche del jueves. Ante las presiones recibidas, para evitar su aislamiento y aplacar a los mercados, el Gobierno dio una ligera marcha atrás, tras asegurar en un principio que el déficit sería del 2,4% para cada uno de los tres próximos años. El Ejecutivo ha confirmado unos presupuestos pensando en las elecciones: el déficit será del 2,4% con relación al PIB para el 2019, es decir, tres veces más de lo que había previsto el Ejecutivo de Paolo Gentiloni; pero descenderá al 2,1 % en el 2020 y llegará al 1,8% en el 2021.

A merced de los mercados
El grave problema de estos presupuestos expansivos es que se incrementará la deuda pública, que ya alcanza una cifra monstruosa: dos billones trescientos mil millones de euros, lo que representa el 132,5% del PIB. En los últimos dos años y medio, el «Quantitative Easing» (Expansión cuantitativa) del BCE ha logrado que la prima de riesgo y el coste de la deuda pública fueran bajos. Pero teniendo en cuenta que Italia necesita colocar en el mercado cada año 400.000 millones de euros en títulos de deuda pública, el coste puede ser muy alto si los mercados pierden la confianza en Italia. Sobre todo porque el programa de compra de deuda pública (Expansión cuantitativa) del BCE terminará el 31 de diciembre 2018. Al día siguiente Italia se quedará sin esa preciosa red. En caso de dificultad tendría como único bote salvavidas recurrir al programa OMT (operaciones monetarias de compraventa), a través del cual el BCE puede adquirir deuda soberana de forma ilimitada en el mercado secundario del país que previamente solicite la ayuda financiera al Eurogrupo.

Draghi ya ha advertido al presidente de la República en una reunión privada de la gravedad de la situación

Obviamente, ese programa de ayuda debería ser acordado con la Comisión Europea y el Fondo salva-Estados, conocido también como ESM, el mecanismo europeo de estabilización del euro. «Los peores escenarios no son ya solamente una hipótesis remota, sino una eventualidad concreta», escribía este viernes el diario «La Stampa», en un artículo titulado: «Se dispara la alarma de la Comisión Europea: Italia es demasiado grande para ser salvada». La realidad es que el caso Italia inquieta a las instituciones europeas sobre las posibles consecuencias de una crisis en Roma. «Una intervención del Fondo salva-Estados sería imposible».

Aviso de Dijsselbloem
En los próximos cinco años Roma tendría necesidad de unos 200.000 millones de euros al año para financiar su deuda pública y la capacidad del Fondo salva-Estados se demostraría pronto inadecuada», ha escrito en su libro «La crisis del euro» el holandés Jeroen Dijsselbloem, exministro de Finanzas y presidente del Eurogrupo hasta enero de 2018.

Frente a los temores de las instituciones europeas y los mercados, el ministro de Economía, el profesor Giovanni Tria, explicaba los presupuestos con una retórica vacía porque no concreta nada: «Nuestra acción de gobierno unirá crecimiento y disciplina fiscal, honrando los compromisos de crecimiento de la economía, pero también los de reducción progresiva de la deuda pública». En realidad, el profesor Giovanni Tria es un técnico muy debilitado porque en el Gobierno se han impuesto los criterios de los líderes populistas de la coalición de Gobierno, los vicepresidentes Matteo Salvini, secretario de la Liga y ministro del Interior; y Luigi Di Maio, ministro del Trabajo y del Desarrollo Económico.

La Unión Europea desconfía de estas cifras y, aunque se quiere evitar el enfrentamiento en las negociaciones que ahora se abrirán, diversos medios apuntan que el semáforo rojo de Bruselas llegará en carta en los diez últimos días de octubre

El ministro Tria había negociado con Bruselas un déficit del 1,8 %, pero, al verse en la práctica desautorizado por los líderes populistas, se planteó la dimisión y tuvo que intervenir el presidente de la República, Sergio Mattarella, para disuadirlo, ya que su adiós al Gobierno hubiera creado mucha más inestabilidad y tensión en los mercados. Al final, en los presupuestos se ha impuesto el criterio de los populistas, que se reparten los 21.500 millones de euros de gastos extraordinarios destinados en buena medida a pagar las dos principales promesas electorales: La renta de ciudadanía, una especie de subsidio de empleo, bandera electoral del Movimiento 5 Estrellas, costará 10.000 millones de euros. Se beneficiarán unos seis millones de parados que cobrarán a partir de marzo 780 euros por un periodo máximo de 18 meses. Afirmó el líder del M5E, Luigi Di Maio, que con ello se elimina la pobreza de Italia. Pero los expertos señalan que ese dinero constituirá una especie de limosna o caridad que no permitirá a sus beneficiarios salir de la pobreza. Como ya se prevén artimañas de muchos parados para cobrar ese subsidio mientras se hace un «trabajo en negro», el líder del M5E, Luigi Di Maio, asegura que los defraudadores serán castigados con 6 años de prisión.

La segunda partida importante de los presupuestos se destina a una contrarreforma de las pensiones: 7.000 millones de euros para permitir adelantar la edad de jubilación. Los datos que se dan sobre el crecimiento se consideran poco creíbles: el PIB del 2019 crecerá el 1,5%, cuando la tendencia actual es inferior al 1%; para el año siguiente se ha previsto el 1,6%; y en el 2021 se llegaría al 1,4%.

Desconfianza de Bruselas
La Unión Europea desconfía de estas cifras y, aunque se quiere evitar el enfrentamiento en las negociaciones que ahora se abrirán, diversos medios apuntan que el semáforo rojo de Bruselas llegará en carta en los diez últimos días de octubre, según «La Repubblica».

El segundo golpe para el Gobierno, con repercusión en los mercados, puede llegar a finales de octubre con una valoración negativa de las agencias de calificación de riesgos, en particular Moody’s que podría bajar un escalón la valoración sobre Italia dejando sus títulos al borde de bonos basura.

Objetivo de los populistas: cambiar Europa
En Italia se ha dado ya, con la elaboración de unos presupuestos expansivos, el pistoletazo de salida de las elecciones europeas del mayo próximo. Sobre la piel de los italianos, la Liga y el Movimiento 5 Estrellas han hecho su cálculo electoral con la esperanza de arrasar en esos comicios. Su objetivo es muy claro: cambiar la Europa que conocemos hoy. Para el líder de la Liga, Matteo Salvini, y el del Movimiento 5 Estrellas, Luigi Di Maio, sus aliados más creíbles parecen ser Trump y Putin, mientras declaran a Merkel y Macron como sus enemigos. No ocultan que pretenden formar un eje populista desbancando a socialistas y populares que gobiernan desde hace años la Unión Europea. Si Bruselas rechaza los presupuestos, será aprovechado por los populistas para atacar a Europa y aumentar sus votos. «Debemos salvar a Europa de los Orban, Salvini y Le Pen», se empeña en subrayar el comisario de Asuntos Económicos y Financieros Pierre Moscovici. En verdad, la gestión de los dirigentes de la UE ha decepcionado a los europeos y en particular a los italianos, lo que dio alas a los populistas. Ahora «Italia corre el riesgo de convertirse en una democracia iliberal», advierte Romano Prodi.
Source: ABC

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