Miguel Antoñanzas: «El consumidor va a ser el ganador de la transición energética»

Desde junio de este año, Miguel Antoñanzas, presidente de Viesgo, es también presidente del Club Español de la Energía (Enerclub), «una asociación (destaca) que ha mantenido siempre los valores que la han definido: transparencia, objetividad y rigor informativo, así como la puesta en valor de la energía para la sociedad, la actividad económica y el desarrollo sostenible». Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, aporta su amplia experiencia después de asumir puestos de máxima responsabilidad en compañías como Bechtel, Sener, Iberdrola, Enel Unión Fenosa Renovables y E.ON

En esta labor de divulgación hacia la sociedad, Enerclub organiza todo tipo de jornadas, cursos, eventos y encuentros en toda España, así como la publicación de diversos libros e informes, con el objetivo, en los próximos años, de profundizar en su desarrollo internacional, en la digitalización y en la formación «que está en nuestro origen y es algo fundamental». Más de 150 empresas e instituciones, y más de 170 socios individuales. Una visión multidisciplinar, necesaria en un ámbito de plena actualidad como el energético.

Ha sido nombrado presidente de Enerclub para los próximos dos años. ¿Cuáles serán sus principales objetivos durante este periodo?

Hemos elaborado, para este periodo tan complejo como interesante, un plan de trabajo que se divide en tres puntos fundamentales: el acercamiento a la sociedad; la internacionalización y la formación, y un compromiso transversal que es la digitalización y el uso de las nuevas tecnologías en todas las actividades de la asociación. Destacaría, además, cuestiones relacionadas como, por ejemplo, la igualdad de género (la presencia de mujeres en nuestra Junta Directiva ha pasado del 5 al 20%) y el fomento de la participación de los jóvenes en el debate energético.

¿Hasta qué punto es complicado afrontar en condiciones la transición energética?

España cuenta con un sector energético fuerte, con empresas reconocidas internacionalmente, que han ido introduciendo nuevas tecnologías y adaptándose con éxito a los cambios. Por ello, debemos pensar en la transición energética como una oportunidad, un compromiso común por la lucha contra el cambio climático, y minimizar los posibles efectos socioeconómicos que pueda haber sobre determinas empresas, sectores, o regiones más vulnerables. Hay que contar con los planes necesarios para promover la competitividad y el empleo de calidad, que pasa por la formación y capacitación profesional. El empleo se está transformando de forma acelerada y la mayoría de las profesiones del futuro se están creando o aún no existen, muchas de ellas relacionadas con la digitalización o las nuevas tecnologías.

«España cuenta con un sector energético fuerte, con empresas reconocidas internacionalmente, que han ido introduciendo nuevas tecnologías y adaptándose con éxito a los cambios»

¿Cuál puede ser el alcance de esta transición?

Para un desarrollo satisfactorio, debe contar con un acuerdo marco que garantice una regulación estable que aporte seguridad e incentive las inversiones. Debe realizarse buscando el máximo consenso, de forma muy planificada, al tiempo que sea flexible para poder rectificar si fuera necesario. La protección de las personas debe ser la prioridad de esta transición, con el desarrollo de políticas de formación que casen la oferta y la demanda para asegurar la creación de empleos de calidad.

¿Hay sitio en este modelo para todas las energías?

Siempre hemos sido defensores de todas las energías, todas tienen su rol. Ojalá existiese una que fuese barata, libre de emisiones, que funcione todas las horas y días del año, 100% gestionable, etc. El concepto de transición implica que no solo podremos vivir de renovables, sino que el parque energético que tenemos es muy importante, y debe estar actualizado. En el caso, por ejemplo, de la energía térmica, se deben utilizar todos los sistemas de abatimiento, de reducción de emisiones según lo marcado por la UE y explorar nuevas tecnologías, como la mareomotriz, el hidrógeno, avanzar cada vez más en la eólica y la fotovoltaica, etc.

¿Está la sociedad, en su conjunto, preparada para este nuevo escenario?

Se puede decir que ya lo ha estado, ya que si miramos desde el año 1990 hasta la actualidad, se estima que las emisiones se han reducido en la Unión Europea un 23%… y el PIB de la UE ha crecido un 53%, con lo que este reto se ha convertido en oportunidad, avanzando hacia economías más sostenibles. Estamos viendo que las energías renovables ya son competitivas y que, de todo el consumo nuevo, la mayor parte vendrá de ahí, pero también que las energías fósiles representan actualmente el 80% de utilización de energía primaria en todo el mundo.

Al final del proceso se encuentra el consumidor, en sus distintas acepciones… ¿Qué tipo de energía puede esperar en los próximos años?

Es el momento de empoderar al ciudadano, de darle la capacidad de tomar decisiones respecto al uso de la energía, y las va a tomar. El consumidor va a ser el ganador de la transición energética, ya que va a tener energía cada vez más limpia, más segura, a su disposición donde se quiera y como se quiera. Y va a disponer de distintos modelos de negocio, en un ámbito más competitivo, en el que las energías renovables no encarecerán el precio de la energía, sino que contribuirán a la seguridad de suministro y a una mayor certidumbre de los precios.

«Siempre hemos sido defensores de todas las energías. Ojalá existiese una que fuese barata, libre de emisiones, que funcione todas las horas y días del año, 100% gestionable, etc.»

¿Y a qué precio habrá que pagarla?

Cuando el 20% del consumo energético procede del carbón y el 20% es del gas, se llegan a experimentar subidas de forma coyuntural. La transición hará que la energía será más barata, pero hay que marcar bien el ritmo para conseguirlo: la Unión Europea ya lo está marcando y la preocupación del gobierno español es estar seguros de que así se hace. Una transición justa, sin vencedores ni vencidos, con una simplificación del proceso, que repercutirá en el consumidor, con una estabilidad regulatoria para que los inversores vean una oportunidad en el sector energético español. El debate debe centrarse en cómo hacer la transición energética sin que suban los precios y garantizando la protección de las personas más vulnerables. Y otro aspecto a tener en cuenta es que la mitad de los costes de la energía eléctrica se deben a aspectos ajenos a la producción, el transporte, la distribución o la comercialización. Habría que reflexionar sobre si tiene que seguir pagándolo el consumidor final o buscar otras fórmulas.

En todo caso, existe una doble labor: individual y colectiva, la de los ciudadanos y la institucional…

Cambiar los hábitos de las personas es quizá lo más difícil… y lo más necesario al mismo tiempo. El uso que se haga de la energía en las ciudades va a ser determinante para superar algunos de los grandes desafíos de la humanidad, como la cobertura de la demanda energética, el bienestar social y la sostenibilidad medioambiental, como se destaca en el libro «Energía y Ciudades» publicado por Enerclub. Los ciudadanos, en sus hábitos diarios, son fundamentales para avanzar en la sostenibilidad energética de las ciudades: en transporte (mayor utilización del transporte colectivo, bicicleta, traslados caminando…); vivienda (un uso más eficiente de calefacción, de agua caliente, de electrodomésticos, utilización de bombillas LED, etc.) y contratar una potencia que se ajuste a las necesidades del domicilio. Por parte de la Administración, las medidas relacionadas con la eficiencia energética son esenciales, como la mejora de la eficiencia en la edificación, con inversión en la rehabilitación de edificios.

¿Por qué sucede que el acceso a energías, como, por ejemplo, la fotovoltaica, se complica de cara al consumidor?

Somos un país privilegiado para este tipo de generación: mucho territorio, grandes extensiones no pobladas, sol, viento, costas… Pero es cierto que, a veces, la complejidad administrativa no ha permitido que los grandes desarrollos salgan adelante por falta de aprobaciones o que el pequeño consumidor, el doméstico, se haya encontrado con restricciones… Hace falta, por lo tanto, una mayor agilidad administrativa (ejemplarización en ámbitos como la eficiencia energética en edificación, mayor coordinación entre administraciones locales, etc.) y esperamos que así será, con factores, como la tecnología, decisivos para agilizar procesos en los que, en todo caso, las claves son y serán las «tres Des»: descarbonización, descentralización y digitalización.

Antoñanzas, durante una participación en una de las diversas jornadas organizadas por Enerclub – ABC
El necesario desafío de las renovables
Como destaca el presidente, se han hecho los deberes, pero hay que perseverar: «Según los últimos datos de Eurostat, la UE alcanzó en 2016 el 17% de cuota de renovables, situándose a tres puntos del objetivo para 2020, por lo que la Comisión se ha mostrado optimista en cuanto a su consecución. En España, los últimos datos del Ministerio nos sitúan en el 17,3%, por encima de la trayectoria indicativa».

Los proyectos derivados de las ultimas subastas de renovables, hacen que debamos estar cerca del objetivo, pero, como señala Antoñanzas: «A 2030, dicho objetivo es del 32%, y, aunque puede alcanzarse, creemos que requiere de un análisis más profundo sobre las diferentes alternativas posibles, pues implicará importantes esfuerzos».
Source: ABC

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