Un Gobierno con pocas luces pero muy caras

La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se la juega en su próxima comparecencia, el miércoles 19 de septiembre en el Congreso. Entonces no solo sus señorías estarán pendientes de sus explicaciones. Todos estaremos ojo avizor. Nuestros bolsillos son los damnificados, y eso no es precisamente peccata minuta. Son palabras mayores. De su intervención podría salir no ya una rectificación más a las que nos tiene acostumbrados el Gobierno Sánchez, sino la gran rectificación. Nadie quiere demagogia barata sobre situaciones heredadas ni futuribles. En esta ocasión, si toca decir que el recibo de la luz será cada vez más caro in secula seculorum, ¡queremos saberlo! ¡Y ya! O soluciones ciertas o «virgencita, virgencita…» pero conscientes de que no hay nada más que se pueda hacer para revertir la escalada continua hacia máximos anuales.

La luz es un producto de primerísima necesidad para familias y empresas. Pero es un bien básico que está a expensas de movimientos de mercado incontrolables que lo empujan siempre a su ncarecimiento. El problema es que en la luz existen tantas variables que afectan a su precio -siempre para mal, por cierto- que ya hemos perdido la fe en saber qué esconde ese misterioso papel -la factura- que es más complicado de descifrar que el secreto de la pirámide.

Ribera, tras el anterior máximo anual, intentó aclarar cuáles eran los factores que remaban en contra en los últimos meses: el impacto en el mercado mayorista (donde operadores y eléctricas compran y venden la energía) del encarecimiento de petróleo, gas y carbón; los niveles récord del precio de los derechos de emisión de CO2; y, una menor producción eólica y nuclear, mientras aumentaba la demanda eléctrica por la ola de calor. Dijo estar ya trabajando sobre un paquete de medidas para ver cómo puede operar en el corto plazo sobre cada uno de los componentes de la factura si bien reconoció que alguno de ellos están «muy alejados» de su capacidad de acción. ¿Entonces? «Hay componentes fiscales, de coste regulado, de mercado… Estamos trabajando en ello y el Gobierno presentará su reflexión el 19 de septiembre». ¡Buf! Hechos, por favor, no palabras y más palabras.

Y es que, dicen los socialistas, que generar energía de manera «sucia» es caro por lo que no podemos permitirnos el lujo de que en este proceso de cambio a un sistema enteramente limpio se vean afectados los colectivos con menos recursos. Ahora bien, la capacidad de este Gobierno para desilusionar a los ciudadanos es directamente proporcional a su afán voluntarista de notoriedad pública. Y si todo lo que se puede hacer para acabar con la cruz de la luz es darle una vuelta al bono social y a los impuestos -¿bajar el IVA? Nanai, Bruselas vigila-… ¡apaga y vámonos! ¡A ver si la transición ecológica va a ser al final que nos quedemos a oscuras porque nos corten la luz! Recuerden, el 19, la solución… o un «megavatio» más en la cuenta de los engaños.
Source: ABC

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