China acusa a EE.UU. de desatar «la mayor guerra comercial de la historia»

Antes de que arrancara la madrugada de ayer, un barco cargado de soja estadounidense, el Peak Pegasus, surcaba el Pacífico a toda máquina para tratar de llegar al puerto chino de Dalian antes de las 00.00 horas del viernes en EE.UU. (seis de la mañana en España) y adelantarse al peor enemigo de un carguero: aranceles extraordinarios en su destino. Miles de personas seguían desde sus ordenadores y móviles el periplo de la nave, en una contrarreloj que inauguraba la nueva realidad de las relaciones entre China y EE.UU.: la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo ha comenzado.

Después de meses de amenazas, propuestas de aranceles y escalada dialéctica entre Washington y Pekín, las nuevas barreras comerciales se materializaron cuando ayer se cumplió el plazo establecido por el Gobierno de Donald Trump: con la llegada del nuevo día, entraron en vigor nuevos aranceles de un 25% a productos chinos por valor de 34.000 millones de dólares.

La respuesta de China, ya telegrafiada durante meses de declaraciones en los que defendió que respondería con las mismas armas, fue automática: impuso el mismo arancel por valor de 34.000 millones a productos estadounidenses.

«Para defender los intereses centrales de nuestro país y los intereses de nuestro pueblo, nos vemos forzados a contraatacar», aseguró el ministro de Comercio chino, Zhong Shan, en un comunicado, en el que también acusó a EE.UU. de «disparar primero». Desde el punto de vista de China, EE.UU. ha desatado «la mayor guerra comercial de la historia económica hasta la fecha».

«Las acciones equivocadas de EE.UU. han violado flagrantemente las normas de la Organización Mundial del Comercio, han atacado la sostenibilidad de la economía mundial y han obstruido la recuperación económica global», criticó ayer Lu Kang, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China. «Será un desastre para compañías multinacionales, pequeñas y medianas empresas y consumidores corrientes en todo el mundo».

El relato en EE.UU. es muy diferente. Desde las elecciones que le llevaron a la Casa Blanca, Donald Trump ha acusado a China de aprovecharse de EE.UU., de robar propiedad intelectual e industrial y de favorecer políticas monetarias de forma ilegal para beneficiar su comercio. En la actualidad, la economía estadounidense mantiene un déficit comercial de 375.000 millones de dólares al año y Trump exige una relación comercial “más justa” en la que el mercado chino importe más de EE.UU.. Trump lo ha usado como arma política entre su electorado clave, la clase media trabajadora empobrecida, que debe su situación, según su punto de vista, a que los abusos comerciales de China ha hecho perder competitividad a su tejido industrial y agrícola, que ha perdido millones de empleos en los últimos años.

«China nos está matando en comercio», volvió a decir este jueves Trump en un mitin en Montana, en una de sus habituales críticas a Pekín. En una año con elecciones legislativas a la vuelta de la esquina, todo apunta a que el presidente de EE.UU. tendrá en el comercio una de sus principales cartas.

Los aranceles de EE.UU. a productos chinos afectan sobre todo a la importación de maquinaria industrial, tecnología aeroespacial, equipamiento médico y suministros para la fabricación de vehículos. Los de China están dedicados a dañar precisamente al votante tipo de Trump en zonas industriales y agrícolas: incluyen lácteos, pollo, vacuno, coches y sectores estratégicos como la soja (como la que transportaba el barco contrarreloj), de la que EE.UU. proporciona un tercio de las importaciones de China.

Desde EE.UU., la preocupación domina en la reacción al inicio de la guerra comercial. «No creo que se resuelva fácilmente y creo que estas tarifas van a dañar la economía estadounidense», aseguró Rufus Yerxa, presidente del Consejo Nacional de Comercio Exterior. «No hay ganadores en una guerra comercial», insistió William Zarit, presidente de la Cámara de Comercio Americana en China, muchos de cuyos miembros son compañías estadounidenses que exportan a China. Zarit dejó claro que China se aprovecha de condiciones ventajosas pero que «el incremento de las tensiones» perjudicará a sus socios.

El peligro es que la guerra de aranceles atasque el comercio internacional y dispare los precios para la producción y para los consumidores. La Reserva Federal ya ha advertido de que hay signos de que cae la inversión en algunos sectores y compañías como Harley-Davidson o General Motors han avisado de que podrían verse obligados a despedir personal.

Desde la Administración Trump, no hay signo de preocupación. «No hay evidencias claras en los datos de que ansiedad por las tensiones comerciales esté dañando a las industrias con más riesgo de verse perjudicadas», aseguró ayer a ‘Bloomberg’ Kevin Hassett, que preside el Consejo de Asesores Económicos de Trump. Y la realidad es que, de momento, la guerra comercial no se traduce en un impacto en los datos macroeconómicos. Ayer se conoció que la economía estadounidense añadió 213.000 nuevos empleos en junio, un dato positivo a pesar de que el nivel de paro pasó del 3,8% al 4%, lo que se explica por que un mayor número de personas se ha puesto a buscar trabajo. La bolsa, por su parte, no mostraba demasiado cautela por el arranque en la aplicación de aranceles y ayer subía cerca de medio punto en Nueva York.

Los analistas coinciden en que el escenario podría ser muy diferente si la escalada de tensión comercial se prolonga. Washington aplicará nuevos aranceles, ya aprobados por Trump, por un valor de otros 16.000 millones de dólares el mes que viene. Es de esperar que China replica con un contraataque similar al de ayer. Pekín también podría recurrir buscar desanimar a la población para que adquiera determinados productos estadounidenses, como ha hecho en el pasado con éxito con importaciones de Corea del Sur, Japón o Filipinas. Y Trump ha llegado a amenazar con ampliar los aranceles hasta a productos con un valor de 500.000 millones de dólares, una cantidad superior a las importaciones anuales de productos chinos. «Las guerras comerciales son buenas, y fáciles de ganar», aseguró Trump por Twitter hace unas semanas. Si la que mantiene con China llega a ese nivel, es difícil que sea beneficiosa para nadie.
Source: ABC

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