Anda, míreme a los ojos

Créanme que no lo ponen fácil. Anda que no me repito veces lo de que un buen gestor, y más de lo suyo, debe equilibrar sus ingresos y gastos, renovarse o dejarse ir. Además, no soy tan pánfilo como para no darme cuenta de que antes, ahora y siempre la banca es un negocio. Pues eso, seguro que además lo de cerrar oficinas, despoblarlas y arrancar a sus curritos de las peceras es cosa de ir con la sociedad actual.

Es verdad, ya casi no tenemos tiempo de hacerles una visita para ver qué tal les van sus cosas, que es mi nómina. Pero hombre, no se me deshumanicen tanto. Igual que al kiosquero —otra especie en peligro de extinción— me gusta verles a ustedes la cara, más, si como les digo, yo les ofrezco lo mejor de mí, la billetera. Ojo, que hago esfuerzos ímprobos por adaptarme al ritmo de los tiempos. Tengo claves para acceder online y hasta un tal Jorge es desde hace unos meses mi gestor personal (Jorge, sospecho que me eres infiel con otros clientes). Prometo que si logro encontrar la sucursal no iré mucho por allí; acaso asomarme tímidamente y sólo cuando mi testada torpeza me impida resolver mis cuitas financieras a golpe de móvil. A cambio sólo les pido una cosa: cuando ya me dé por vencido, échenme una mano, anda. Atiéndanme, mírenme, sonríanme, trátenme, en definitiva como un cliente de carne y hueso, de esos de antes, cuando ustedes y nosotros nos mirábamos a los ojos. No como ahora, que nos comunicamos a través del teléfono o el ordenador, tan fríos. Casi tanto como el dinero.
Source: ABC

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