Movilidad eléctrica: Innovación «made in Spain» para el despegue del sector

La movilidad eléctrica va avanzando en España, aunque más despacio de lo que sería necesario, especialmente desde el punto de vista ambiental. En 2017 se matricularon en nuestro país un total de 8.645 vehículos eléctricos de todo tipo: turismos, motos, vehículos comerciales e industriales y autobuses, según datos de la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac), y sólo en enero de este año la cifra ha alcanzado los 922. En total, más de 9.500 vehículos están circulando por calles y carreteras sin producir emisiones. Sumados a los híbridos enchufables, con bastante más presencia en el tráfico, hacen un parque de 36.200 vehículos de cero y bajas emisiones (estima Aedive, Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso del Vehículo eléctrico). Pero el ritmo, hoy por hoy, va lento. De aquí al año 2020 esa cifra debería alcanzar los 150.000, según el objetivo del Plan de Apoyo a la Movilidad Alternativa, Movalt del Ministerio de Energía.

La importancia de que aumente el uso de este tipo de coches, motos, camiones, furgonetas y autobuses está en que el transporte genera casi el 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero de los sectores difusos (que incluyen también a la agricultura, residencial, comercio, etc.), y España, como miembro de la UE, tiene obligación de reducirlas: un 26%, en relación con los niveles de 2005, para 2030. Adicionalmente, el tráfico de los núcleos urbanos impacta en la calidad del aire y, por tanto, en la salud de sus habitantes. Y también en este capítulo España tiene obligaciones europeas que cumplir. Todo esto sin entrar en la necesidad de disminuir la dependencia del petróleo, del que carecemos, y del que el transporte se lleva la mayor parte del consumo nacional.

Así pues, las razones a favor de que la movilidad eléctrica despegue son diversas y evidentes. Pero los obstáculos también están ahí y varían poco desde hace tiempo: alto coste de los vehículos eléctricos y escasez de puntos de recarga públicos que, además, son lentos. En la parte positiva, la autonomía de las baterías cada vez es mayor y los bajos costes de consumo energético y de mantenimiento a lo largo de la vida útil de estos vehículos permiten amortizarlos en plazos más breves.

Por eso, las novedades tecnológicas en equipos e infraestructura que favorezcan su expansión o en el mercado de vehículos son un impulso importante. No sólo por su potencial para incidir en el tráfico urbano como herramienta para desarrollar la movilidad bajas emisiones, y que es una forma, también, de actuar contra el cambio climático en la que se pueden implicar un número creciente de personas, empresas y otras organizaciones, sino porque también la I+D+i necesaria incrementa el valor de las empresas implicadas y su posición en los mercados.

Source: A tu salud

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