La precariedad laboral echa raíces en la tibia recuperación griega

Siempre a la vanguardia del drama, Grecia es el mejor ejemplo de cómo los (tibios) síntomas de recuperación macro no siempre se trasladan al día a día de los ciudadanos. Esta misma semana, el Eurogrupo daba luz verde a un nuevo desembolso de 6.700 millones de euros en el marco del programa de rescate del país heleno, del que podría salir ya por fin este verano.

La economía griega salió de la recesión a principios del año pasado y crecerá en 2018 un 2,5%. Ha vuelto a entrar en la senda del superávit primario y la tasa de paro ha bajado hasta el 20,7%, según la última estadística disponible, de octubre de 2017. Ello supone que trabajando estaban el pasado octubre 3.783.483 personas y 990.000 se encuentran en situación de desempleo. Un alivio en un país en el que el paro alcanzó en el verano del 2013 el 27,9%. Pero los datos engañan y la precariedad laboral parece cada vez mejor instalada. Dos de cada tres nuevos empleos son a tiempo parcial, y la encuesta Nielsen sobre la confianza de los consumidores muestra lo que preocupa a los griegos: tres de cada diez se preocupa por su futuro laboral, un 30% por las deudas de su familia y un 28% por la situación económica general. El 83% de los encuestados creen que el país seguirá hundido en la crisis unos años más y 7 de cada 10 griegos intentan reducir sus gastos con regularidad.

Más de 140.000 griegos con buena formación académica viven en el extranjero

Según los datos del EFKA, organismo que ha sustituido a la Seguridad Social griega, el sueldo medio griego mensual es de 1.203,98 euros con horario completo y a tiempo parcial 394,13 euros. Son datos de 2017 pero no se espera que hayan aumentado los sueldos este año. El suelo mínimo sigue siendo 586,08 euros mensuales para los trabajadores de más de 25 años, alcanzando los 644 euros si están casados y para los menores de esta edad, 510,95 euros al mes. «Este gobierno ha decidido hundir a la clase media con su política laboral y sus impuestos directos e indirectos. Y su clientela política está formada por funcionarios: saben que aunque se les haya reducido el sueldo, siguen teniendo privilegios (en forma de permisos extraordinarios, etc) y nunca perderán su empleo», comenta con tristeza Grigoris Papadópulos, de 39 años. Y eso que los sueldos de los funcionarios son en su mayoría inferiores a los 1.200 euros (el más bajo es 780 euros al mes y el más alto de 4.631 euros. Hay excepciones que hacen que el presidente del Tribunal Supremo llegue a cobrar 8.314,56 mensuales). Grigoris, como muchos profesionales griegos, es un trabajador autónomo. «He calculado que el Estado se lleva hasta el 65% de mis ingresos mensuales. Este gobierno nos castiga y quiere conseguir que no exista clase media, solo gente pobre que vive con 500 euros al mes». Los profesionales autónomos (en su mayoría médicos del sector privado, abogados, ingenieros y contables) piensan que trabajan para el Estado y no para sus familias. Y más de 140.000 griegos con buena formación académica viven en el extranjero (especialmente en Reino Unido, Alemania y Emiratos) y no se plantean volver por el momento.

Reducción de la natalidad

Vangelis Klonaris, un informático, explica que no cree que aumenten los sueldos en un futuro próximo. «No ha cambiado nada, seguimos estando en crisis». El ahora no tiene trabajo y su último sueldo era de 750 euros en mano (unos 1.000 euros brutos)». A mi alrededor la familia siempre ayuda, como en mi caso. Me han dejado un piso para vivir independiente. Pero sin trabajo estable y un sueldo decente, la gente no se anima a tener hijos». Y esto es una de las consecuencias de la crisis: la natalidad griega ha alcanzado el año pasado su punto más bajo: según Eurostat, la población griega el 1 de enero de 2017 era de 10.757.300, un 2% menos que el año anterior. Y durante el 2016 se registraron 118.792 fallecimientos frente a 92.898 nacimientos. «¿Quién piensa en casarse? Con nuestros dos suelditos no llegamos a los 1.500 euros», dice Constantina Amira. Tanto ella como su novio han terminado sus carreras, ella de marketing y el de ingeniería. «Suerte que trabajamos los dos, pero aún vivimos con nuestros padres respectivos. Y mi novio aún espera que vuelva a haber grandes obras de construcción. Este gobierno pone pegas para toda privatización y la inversión extranjera no llega».
Source: ABC

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